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‘Síndrome de la impostora’ el efecto de normalizar la violencia a mujeres con base en estereotipos

Lourdes Landetta

¿Cuántas veces se han sentido ustedes que no son suficientes, que no son capaces o que no tienen las habilidades o que no merecen lo que se han ganado profesionalmente?, cuestiona Rocío Álvarez Miranda, maestra en estudios para la Paz y el Desarrollo por la UAEMex, durante la conferencia ‘Síndrome de la Impostora’, ofrecida en el Instituto de Políticas Públicas del Estado de México y sus Municipios (IAPEM).

Tal pregunta tiene la intención de reflexionar sobre la autopercepción, relacionada con los entornos sociales en los que vivimos “con esa constante crítica social que tienen las mujeres sobre sus capacidades, donde siempre hay una tutela y un escrutinio de la mirada de otros acerca del papel que hacemos o de todo lo que hacemos. Existe una presión social importante acerca de las expectativas sobre ser mujer y de cómo nos hemos incorporado a ámbitos que antes eran masculinos y que estaban relacionados con el ámbito público”, aseveró.

El síndrome de la impostora, como tal, implica una paralización de las mujeres, producto de la autopercepción de una baja autoestima que impide tener una vida personal y una realización laboral saludable. Nos percibimos como incompetentes; desde el núcleo familiar hasta en otros espacios sociales, sufrimos un bombardeo de descalificaciones constantes. Otro punto fundamental es el patriarcado que nos coloca en una posición inferior de potencialidades, lo que nos hace entrar en un ámbito de dominación.

La experta sostuvo que entre las causas están si uno ha recibido fuertes críticas, indiferencia, frialdad o una mirada condicional sujeta a criterios de valor; ser etiquetada por la familia o sujetas a una tutela o dependencia en espera de aprobación.

“Pero qué pasa, qué aprendizajes tenemos que a las mujeres nos generan una alta tolerancia las violencias y una propensión a vivir ciertos escenarios particulares de violencia, y a los hombres ciertos escenarios en donde se les permite ejecutar ejercicios de poder y no porque sean los malos del cuento”.

Al respecto, dijo que la culpa es del mecanismo de control con que se cuenta, “por ejemplo, si ustedes son mujeres que trabajan y son madres. Cuántas veces están tachadas de malas madres porque tienen que dividir su tiempo entre el trabajo doméstico de cuidados y de pronto también su trabajo personal, y cuántas veces son tachadas también de egoístas por priorizar a veces su vida personal sobre su familia”, conceptos que claramente encuadran en un sistema patriarcal.

Señaló que hay falta de atención en las políticas de salud para generar acciones preventivas donde las mujeres tengan mecanismos de afrontamiento de las violencias para trabajar su autoestima, su autonomía y otros espacios para que no exista está propensión a la violencia de las mujeres y esta tolerancia extrema.

“No defender nuestras metas personales, no de nuestros hijos, no de nuestros esposos, no de nuestra familia, lo que yo quiero ser lo que yo quiero hacer. Y eso a veces no lo tenemos claro porque vivimos o nos enseñan a vivir a través de otros, hacer para otros. Hay una despersonalización, no vives por ti, sino vives a través de los otros y eso te va a llevar muchas decepciones, Porque esos otros no van a cuidarte, no van a tener una reciprocidad”.

“Se necesita terapia, se necesita acercarnos a elementos de atención psicológica, que regresemos a nosotras, reflexionemos y rompamos con estos esquemas y, finalmente, nos creamos competentes, capaces, oportunas y que podemos con las cosas que tenemos en el camino y que tengamos proyectos de vida personales”, concluyó.

(Foto: web)


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