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Oquetza, camino a la raíz 2023-10-31

Maíz III

Carla Valdespino Vargas

El otoño está en su esplendor, los maizales comienzan a cobrar esa tonalidad dorada que embellece el paisaje. Dentro de pocas semanas la cosecha tendrá lugar. La tierra descasará hasta encontrar el sueño del invierno. Toda la naturaleza dormirá los días oscuros que anteceden al amanecer de la próxima primavera. Pero ya me estoy adelantando y el maíz aún no ha sido cortado; el maíz aún no encuentra reposo en los colotes, en los costales; el maíz aún no se convierte en nixtamal… en tortilla. 

El maíz es quizá una de las plantas que más transformaciones experimenta a lo largo de su vida y de su muerte, esa muerte que tanto nos asusta, que tanto nos inquieta, pero que nos enseña la importancia de respirar… de ser. Hoy, hagamos un recuento de algunos momentos en el mundo/pensamiento mesoamericano en los que el maíz se enfrenta a su propia muerte y sale victorioso cuando se da paso entre la tierra para brotar y ser de nuevo, uno muy otro, pero el mismo.

Popol Vuh

En varias ocasiones he hecho referencia a este gran libro de la cultura quiché, por algunos mal llamado “La biblia maya” pues cuenta la historia de la creación del universo y de todo cuanto existe en el mundo y, aunque no es posible negar que el pensamiento cristiano se ha colado en algunos momentos de esta gran narración, la opción de denominarlo “El libro sagrado de los mayas” resulta ser la más idónea, pues de esta manera, le damos el justo valor a lo ahí contado y el diálogo que entabla con el Códice de Dresde. 

Y bueno, la pregunta flota en el aire y es idóneo cacharla ¿de qué va este libro? Como ya lo he mencionado, narra, en un primer momento, cómo los dioses crearon el universo, resultado del acuerdo que tomaron a través de la palabra. Después, entran a escena las aventuras de los gemelos, Hun Hunahpu y Vucub Hunahpu, hijos de la sabia Ixmucame. Las acciones de estos hermanos provocan el enojo de los señores del Xibalba y los convocan a un juego de pelota, los gemelos son derrotados y sus cabezas enterradas en el inframundo. Justo donde yacen sus restos, nace un árbol, cuyos frutos son cráneos. Ixquic, una doncella del Xibalba, se acerca curiosa a tan peculiar planta y queda embarazada y por ello es expulsada a la tierra. Los actos de sus hijos, Hunahpu e Ixbalanque, también gemelos, provocan la ira de los dioses del Xibalba y, como a sus padres, los convocan a un juego de pelota. Sin embargo, en esta ocasión, Hun Came y Vucub Came son derrotados por los nietos de Ixmucame. De esta manera, Hunahpu e Ixbalanque, honran la memoria de sus padres al decirles: “Ustedes serán invocados; serán los primeros en levantarse; serán adorados y su nombre no se perderá”, después de pronunciar estas palabras, Hunahpu se transformó en el sol e Ixbalanque, en la luna. Al leer esta escena, somos testigos del nacimiento del dios del maíz, somos testigos del nacimiento de la planta del maíz. 

Mural de Cacaxtla

Cacaxtla es una de las ciudades mesoamericanas con más murales, quizá después de Teotihuacan y Bonampak. Su mural más grande se encuentra en el Edificio B y es llamado “La Batalla” pues la escena ahí plasmada es de guerra, sacrificio y muerte. Varias han sido las hipótesis sobre qué representa esta cruenta batalla, si son los olmecas xicalancas derrotando a los mayas, si es el sacrificio de Xolotl o si es la resurrección de la planta del maíz. Parece que esta última hipótesis ha sido la más aceptada. Fue María Teresa Uriarte quien descubrió que varias de las víctimas presentan simbología relacionada al dios del maíz: deformación craneana; mechón de pelo sobre la frente, del cual cuelga una piedra verde; dientes como parte de su indumentaria (alegoría a los granos del maíz), y la estrella de cinco puntas, símbolo de Venus, planeta vinculado con los ciclos de germinación y cosecha.  Es importante mencionar que el movimiento de Venus está registrado tanto en el Popol Vuh y el Códice de Dresde y marca el momento de la siembra y la cosecha. No es casualidad que sea indumentaria de estos personajes representados en este bello y gran mural.

No está de más mencionar que el movimiento de Venus se vincula con la fiesta mexica, Atamalcualiztli, donde se festeja, cada ocho años, el rejuvenecimiento del maíz y su aparición en la tierra y ya que hablamos de los mexicas también quiero contarles sobre una peculiar masa.

Tzoalli

Era una masa que se realizaba con amaranto, maíz y ¿sangre de los sacrificados? Con ella se elaboraban figuras de dioses, que eran “sacrificadas” e ingeridas, practicando así, la llamada teofagia. El tzoalli representaba la carne de los dioses. Su ingesta se hacía durante las festividades de Toxcatl y Panquetzaliztli (solsticio de invierno), ambas relacionadas con Huitzilopochtli y Tezcatlipoca. Y, ¿sí era sangre uno de sus ingredientes? Aunque algunas crónicas así lo afirman, son Sahagún y Durán quienes confirman que en realidad lo que se colocaba era miel negra de maguey o gusano ezcahuitli que es rojo como la sangre. 

Gracias al tzoalli se otorgaba cuerpo a los dioses, hecho a imagen y semejanza de los humanos, cuya carne es de maíz

Espacio de reflexión decolonial sobre el mundo mesoamericano y

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Nacional
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