2023-10-10-oquetza-camino-a-la-raiz-11

Oquetza, camino a la raíz 2023-10-10

Carla Valdespino Vargas

Aztecas, mexicas o mexcas III

Regresemos a la sala más grande del Museo Nacional de Antropología y detengamos nuestros pasos en la vitrina que alberga el Códice Boturini, nombre dado pues perteneció a Lorenzo Boturini Benaducci quien poseía una amplia colección de documentos indígenas, entre ellos este códice. En el siglo XIX dicha colección formó parte del Museo Nacional Mexicano (mas esta es una historia digna de ser contada en otro momento).

El documento en cuestión mide aproximadamente 5.49m, está elaborado con un solo color, negro; sus trazos nos indican que fue pintado en los primeros años de la colonia: como una pared de ladrillos; elementos realistas, como el pliegue de las tilmas o la presencia de cejas en los rostros. Por otro lado, encontramos anotaciones alfabéticas en nahuatl. Su contenido está relacionado con otros códices de la época, como el Códice Aubin. El Códice Boturini está dividido en 22 láminas que cuentan el peregrinaje del último pueblo de nahua, de ahí su segundo nombre: Tira de peregrinación.

La dualidad fuego-agua guio sus pasos desde Aztlán, lugar a punto de cobrar vida y, por tanto, carece de color, el lugar de la blancura eterna. Transcurrieron casi doscientos años para que lograran asentarse en el islote habitado por serpientes, el islote que más adelante se convertiría en La Gran Tenochtitlan. En su éxodo vivieron la experiencia más importante de su historia: la transformación de rostro, su corazón… su nombre: mexicas.

Observemos con detenimiento la primera lámina, nos va a contar el momento en que los aztecas -habitantes de Aztlan- dejan su lugar de origen para comenzar el periplo más importante, quizá, de Mesoamérica. En esta escena, Aztlan es representada como una isla, sus habitantes, aconsejados por Huitzilopochtli y, sobre una balsa, abandonan el vientre materno. Su camino estará indicado por una serie de piecitos, piecitos que van marcando la lectura de esta travesía.

Nuestros ojos siguen los pasos de los aztecas. Hagamos una pausa en la lámina IV, donde nos enfrentaremos al sacrificio de los mimixcoa (las estrellas septentrionales), su muerte implica el nacimiento de los mexicas. Es Huitzilopochtli quien les otorga un nuevo gentilicio, su in ixtli in yolotl, esto es, su rostro y corazón, que en el pensamiento nahua significa recibir una identidad colectiva, la identidad de una nación mexica, identidad marcada también por las armas.

En el ritual, se les otorga una máscara selénica, la piel del muslo de Toci, una de los mimixcoa quien fue desollada durante el sacrificio. Desde ese momento, los mexicas se representarían con una marca en su rostro, que señala su territorio y sus límites. El territorio mexica se encuentra, donde está la cara de la luna.

Como nota al pie de página: es el investigador Patrick Johansson quien nos explica que el vocablo nahua mexca significa: lugar de la luna, pero al mismo tiempo se refiere a la gente del pueblo de la luna y que, muy probablemente por cuestiones fonéticas haya evolucionado a mexica.

A partir de ese momento, de su segundo nacimiento, el nombre azteca ha quedado en el olvido, pues ahora su identidad de nación es mexica.

En muchas ocasiones utilizamos estos dos nombres como sinónimos y quizá lo sean pues se refieren al mismo conjunto de personas que dejó Aztlan para buscar la tierra donde florecieran como nación, sin embargo, en el camino, encontraron su verdadero rostro: el de la guerra, la luna y el sacrificio.

Espacio de reflexión decolonial sobre el mundo mesoamericano y

las naciones indígenas del siglo XXI

ipalnemohuani77@gmail.com

ig: @oquetzacamino   FB: Oquetza. Camino a la raíz


Categoría:
Nacional
Etiquetas:

    No hay etiquetas asociadas a éste artículo.

Vistas:
68

Notas Relacionadas