Gabriela Landetta

Aportar al desarrollo rural sustentable con justicia y equidad social, así como proponer estrategias de proyectos innovadores vinculados a la academia, sectores productivos, empresariales, gobierno y ciudadanía, son algunos de los objetivos del libro “Agave y mezcal. Entre la tradición y la denominación de origen”, destacó Francisco Herrera Tapia, doctor en Ciencias Agropecuarias y Recursos Naturales  y uno de los coordinadores de este trabajo.

Destacó que este es un documento inédito en la materia y presenta un diagnóstico sobre la situación de los mezcaleros mexiquenses, por lo que servirá de base para futuros trabajos en la materia, además de contar con propuestas concretas como la introducción agroalimentaria del agave y del mezcal. El propósito principal  de las investigaciones que conforman el libro es fortalecer la identidad y las oportunidades para el campo en la entidad.

En el Estado de México, más de 700 productores de 15 municipios del sur de la entidad, principalmente de Malinalco y Zumpahuacan,  se dedican a la elaboración de mezcal, se informó durante  la presentación del libro. Aunque el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, IMPI, amplió en 2018 la denominación de origen del mezcal a esa región mexiquense, los beneficios todavía no llegan a estos productores por impugnaciones y demandas que interpusieron mezcaleros de Oaxaca.

En su intervención, la diputada priista Karla Aguilar Talavera dio a conocer que esos grupos ya se desistieron de tales impugnaciones, por lo que confió en que en unos meses más, los productores de la entidad ya recibirán, si así lo desean, los favores de contar con una denominación de origen del mezcal.

La legisladora también recordó que se analizan en comisiones legislativas las dos iniciativas que presentó: una para crear la ley del mezcal mexiquense y la otra para que se conforme el consejo del mezcal mexiquense. Ambas con el propósito de apoyar a este sector.

El  libro  “Agave y mezcal. Entre la tradición y la denominación de origen” es resultado de dos años de labor interdisciplinaria y colaborativa que contó con la participación de 41 investigadores y estudiantes de posgrado de diversas disciplinas de la Universidad Autónoma del Estado de México, así como del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura y la Secretaría del Campo del gobierno estatal, entre otras instancias.

Consta de 16 capítulos en los que se aborda desde diversos ángulos, los pros y contras de la  denominación de origen para el mezcal mexiquense, como  el riesgo de que se privilegie la cantidad y no la calidad, pero también se presenta un panorama sobre las diversas etapas productivas del mezcal, a partir de una metodología arqueológica. El primer capítulo del libro se enfoca a este tema con productores de San Pedro Chichicasco, municipio de Malinalco.

“Ellos todavía utilizan metodología ancestral, por lo que se  consideró muy importante registrarlo, sobre todo para ir conformando la memoria histórica de ese pueblo y su producción”, expresó en entrevista con Portal, Rubén Nieto Hernández, profesor de arqueología del Centro Universitario Tenancingo de la UAEMex.

En esa comunidad, hay al menos 8 productores que se dedican a esa actividad, como el señor Apolinar Martínez Reyes, quien lleva más de 23 años como mezcalero, si bien la tradición familiar se remonta a la década de los sesentas. Él no sabe leer ni escribir confiesa a este medio informativo, pero desde 2020 ha ganado cuatro reconocimientos nacionales por parte de la Academia Mexicana del Mezcal,  debido a la calidad de su producción.

“Al mezcal se le merece respeto porque los antepasados lo hicieron bien. Nosotros buscamos calidad, no cantidades. Dios nos hace la planta y hay que tener fe y cuidado con ella”, expresó Martínez Reyes, quien mencionó que todo el proceso de elaboración del mezcal, desde que se planta el agave hasta que se tiene el licor, tarda entre 8 y 9 años. Mencionó que de seis toneladas de producción apenas se generan 200 o 300 litros de mezcal.

(Foto: Gabriela Landetta)