2023-10-03-127625

Oquetza, camino a la raíz 2023-10-03

Carla Valdespino Vargas

Aztecas, mexicas o mexcas II

Los recuerdos sobre mi primera visita al Templo Mayor son borrosos, supongo que debió ser durante mi niñez, quizá en una excursión escolar cuyo objetivo fue conocer la grandeza del imperio más grande de Mesoamérica. No tengo el dato sobre cuántas veces he visitado el corazón de Mexico-Tenochtitlan, pero sí puedo confesarles: mi corazón late con fuerza cada que recorro sus pasillos. Por desgracia, desde los tiempos pandémicos no he regresado al Axis-Mundi de la CdMx, aunque sí tuve la oportunidad de ir a su ciudad gemela, Mexico-Tlatelolco, de este viaje les contaré en las siguientes entregas, y tener, así el panorama completo sobre estas dos grandes ciudades hermanas, en un principio.

Andar por los pasillos de Tenochtitlan resulta un viaje al pasado, justo nos lleva por el camino hacia una de las raíces mesoamericanas. En mis recorridos por esta gran ciudad, me gusta detenerme en ciertos puntos: Admirar el inicio de la escalinata del templo dedicado a Huitzilopochtli, donde se encuentra el monolito de Coyolxahuiqui y que nos recuerda la derrota frente a su hermano, en aquella batalla que tuvo lugar en el Cerro de Coatepec. Metros más adelante es posible ver las esculturas de los Centzon Huitznahua, los cuatrocientos surianos, hijos también de la gran Coatlicue y también derrotados por Huitzilopochtli, deidad solar que nació en el momento preciso para defender a su madre. Nació completamente ataviado y con su arma en mano, xihucoatl (sí, otra escultura que pasa desapercibida cuando nos adentramos a la sala mexica del MNA).  Así es, cada que recorremos esos pasillos de piedra somos testigos fieles de la lucha entre hermanos y el triunfo del dios solar de los mexicas. Somos testigos del nacimiento del sol y la derrota de la luna; somos testigos del nacimiento del pueblo más temido durante el posclásico; somos testigos del triunfo de los mexicas por sobre los otros pueblos de la cuenca de México.

En la parte más alta de esta ciudad mesoamericana se encuentran los templos dedicados a Huitzilopochtli y Tlaloc. El fuego y el agua juntos, el atlachinolli hecho piedra; el pensamiento mexica hecho templo.

Los senderos ya trazados nos guían hacia el “recinto de las águilas”, cuya arquitectura nos recuerda al pueblo tolteca, cultura con la que los mexicas trataron de vincularse desde los mitos y las expresiones artísticas. Al salir de este recinto, altas paredes nos esperan, paredes que albergan las palabras que Cortés escribió sobre Tenochtitlan.

Para este momento del recorrido no es posible desistir ya que nos espera el museo de sitio. Un gran ventanal nos da la bienvenida, así como una pared que emula al Huey Tzompantli, expresión arquitectónica de varios pueblos mesoamericanos, expresión de la muerte y el sacrificio. Cabe mencionar que en esta ciudad había siete tzompantli. Once mil fragmentos de cráneos forman parte del Huey Tzompantli.

 Tlaltecuhtli y Coyolxahuiqui son los monolitos más importantes de este museo, su esplendor nos recuerda el poder que llegaron a tener los mexicas sobre otras naciones mesoamericanas. Para admirar estas dos piezas es indispensable subir al segundo piso o tercer piso, ya que solo a la distancia y con cierta altura es posible embelesarnos con sus formas, sus expresiones. Son el espejo que nos llevará a adentrarnos al mundo mexica.

Espacio de reflexión decolonial sobre el mundo mesoamericano y

las naciones indígenas del siglo XXI

ipalnemohuani77@gmail.com

ig: @oquetzacamino   FB: Oquetza. Camino a la raíz


Categoría:
Nacional
Etiquetas:

    No hay etiquetas asociadas a éste artículo.

Vistas:
36

Notas Relacionadas