Por Gilda Montaño
Estoy viva
Hoy al despertar y darme cuenta que estoy viva, entendí el secreto: puedes estar enfermo o puedes estar sano; puedes ser millonario o pobre; lo que hace que la vida sea un milagro, es que te des cuenta de que tú eres el milagro y que en ti está la capacidad de verlo, sentirlo, creerlo y crearlo. Y tú y yo, podemos hacerlo.
La palabra tiene poder. Nuestra palabra, tiene poder. En este momento ahuyento de mi cualquier circunstancia y toda situación discordante. En mi mente, en mi alma, en mi cuerpo y en mis negocios, el orden divino se encuentra enraizado.
Me cambio de casa. Me encuentro aquí, haciendo todas las cosas nuevas. Aquello que consideraba un don inalcanzable, llega ahora y lo imprevisto ocurre. Ahora soplan hacia mí, los cuatro vientos del triunfo. El bienestar eterno se presenta en mí de norte a sur y de este a oeste. Jesús, el Cristo está resucitando en mí y mi destino se consuma ahora. Por senderos interminables, el bienestar eterno llega a mi ahora. Hago resonar mis campanas.
Y me regocijo, ya que Dios me antecede, haciendo mi camino sencillo, despejado y próspero. Por mi éxito total, doy gracias. Arraso con todas las dificultades que están ante mí, ya que trabajo con el espíritu y sigo el plan divino de mi vida. Mi juego espiritual marcha hacia lo alto. Poseo la energía suficiente para cada situación. Siempre estoy alerta para mi bienestar y recojo la cosecha de las oportunidades infinitas.
Me encuentro en armonía equilibrada, y energizada. En este momento aproximo hacia mí, mi propio bienestar. Mi poder es invencible. Es el poder de Dios. Ahora en mi mente, en mi cuerpo y en mis negocios, habita el orden divino. Visualizo claramente. Proceso con rapidez y mis más grandes ilusiones, se cumplen por caminos milagrosos. En el plano espiritual, no existe la competencia.
Pero a veces pasa…
Allí no pude levantarme. De repente vi a un hombre, con un coche medianito, con la puerta abierta, de par en par, y con dos niños adentro: uno de 9 añitos, y ella de 5, bajarse rapidísimo a ayudarme. Yo no podía incorporarme. Además, el teléfono se me incrustó en la costilla derecha y la mano del mismo lado. Fatal caída. De verdad, no podía levantarme.
Me alzó como pudo, y me subió a la camioneta de una persona a la que yo estaba esperando hacía media hora. Íbamos a ver a una persona que se estaba muriendo y yo quería hablarle de Jesucristo. Ni esa caída, me lo pudo impedir.
Lo busqué por todo el fraccionamiento. Y le llevé unos libros que hice recientemente. Y cuál no sería mi sorpresa, que de repente, me llegó una carta muy bonita, donde me decía que nunca nunca se me olvidara que “Dios estaba conmigo y que me quería de aquí al fin de los tiempos”. O sea, siempre.
Lo fui a buscar. Para colmo, se llama Salvador. Y tiene una esposa hermosa, con un gran poder de oración -los dos-, que se llama Sandy. Desde entonces, Dios me mandó a mi casa a estos dos pastores, abogados, de una reciente iglesia cristiana, que vienen a mi casa y allí, tenemos grupos de oración.
La verdad es que, aunque yo no quiera creerlo, Dios ha estado conmigo, y me tuve que caer para que alguien me dijera que El siempre había estado cerca y que me amaba. Y yo le creo.
gildamh@hotmail.com
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