Eric Rosas
La caída
La llegada de María Elena Álvarez-Buylla Roces a la titularidad del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) fue vista por la mayor parte de la comunidad académica de México como un refrescante y esperanzador golpe de timón para la implementación de la política de ciencia y tecnología de nuestro país. La bióloga Álvarez-Roces llegó a la dirección del CONACyT en el otoño del 2018 como una reconocida científica mexicana, cuyos logros académicos incluso habían sido galardonados por la administración a la que sucedería al frente de la dependencia encargada de fomentar la investigación científica y el desarrollo tecnológico de la nación; blasones incuestionables que le entregaron un amplio bono de credibilidad y apoyo que, sin embargo, muy rápidamente fue diluyéndose ante su impericia en tareas administrativas y, principalmente, sus ilógicas decisiones, flagrantemente impregnadas de un personal deseo de venganza. Resulta paradójico que quien ahora dirige al CONACyT, habiendo vivido en sangre propia las agresiones de la dictadura franquista que obligaron a sus ascendientes a migrar a suelo mexicano, se haya entregado tan rápida y ciegamente a los brazos del autoritarismo del régimen lopezobradorista, al punto que haya abandonado a su comunidad e inclusive amenazado a varios de ellos con encarcelarlos.
Pero esa misma falta de oficio político de la bióloga le hizo olvidar que el tiempo camina inexorablemente y aquellos a quienes un día persiguió con las acusaciones más absurdas y desproporcionadas, podrían dentro de un par de años convertirse en sus perseguidores, con la salvedad de que en ese momento serán ellos quienes tendrán el beneficio que la ley les otorga para, con base en ésta, resarcir los agravios y deslindar todas las responsabilidades, tanto en el infame caso de la treintena de colegas injuriados, así como también en muchos otros casos, como el desacato en el que se encuentra desde que se negó a entregarle los recursos al Foro Consultivo Científico y Tecnológico, A. C.; la inexplicable falta de parte de los recursos de los fideicomisos que debió devolver a la tesorería de la federación; las promesas incumplidas —hechas en su carácter de funcionaria pública— de entrega de respiradores y de una vacuna cuyas etapas de pruebas ni siquiera encuentran los voluntarios suficientes; el desvío de recursos para pagar al régimen cubano por el envío a nuestro país de presuntos médicos; la reducción sustancial de becas de posgrado en lo que lleva de su gestión; el uso del Sistema Nacional de Investigadores como un instrumento para premiar a sus familiares, amigos cercanos y aliados; la cancelación de programas de promoción de la innovación; etcétera.
Hasta hace poco la doctora Álvarez-Buylla gozaba del respaldo tanto del primer mandatario, como de otros poderosos actores como el fiscal general de la República a quien, todo parece indicar, le entregó un inmerecido nombramiento como investigador nacional a cambio de obtener su protección y apoyo para poder llevar al extremo sus —de la directora— vendettas personales. Pero desde el pasado 10 de abril su principal sostén ha mostrado el barro del que están hechos sus pies. En las cámaras de diputados y senadores ya tampoco encuentra el apoyo que tenía al inicio del sexenio, sobre todo luego de que cumpliera tan desastrosamente con la imposición del director del Centro de Investigación y Docencia Económicas que le ordenaron desde Palacio Nacional y eso elevara al máximo la presión de la comunidad académica sobre los legisladores del bloque oficialista. Pero su último pilar, el fiscal Gertz Manero, está por desmoronarse y con él se acelerará la caída.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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25 de abril de 2022
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