2022-01-10-artimana-clientelar

La onda plana 121

Artimaña clientelar

Eric Rosas

En 1984, cuando México se encontraba sumergido en el peor momento de una crisis económica de proporciones mayúsculas que duró varios lustros, en los que no sólo el Producto Interno Bruto crecía raquíticamente o no aumentaba, sino que, además, las inflaciones anuales no descendían de los dos dígitos y, en años como los de 1986 y 1987 llegaron a ser de 105.75 % y 159.17 %, respectivamente, los salarios de los académicos mexicanos, docentes e investigadores, al igual que los de todos los trabajadores del país, sufrieron grandes pérdidas de su real poder adquisitivo. Esto provocó que muchos científicos altamente cualificados encontraran mejores oportunidades para desarrollarse en otros países, como en nuestro vecino del norte, y emigraran dejando a México severamente afectado por la fuga de cerebros; sin la mente de obra suficiente para formar al nuevo talento que necesitaba nuestra planta productiva para aumentar su competitividad y salir del traumático bache. Fue en este contexto en el que el gobierno federal en turno, emanado del Partido Revolucionario Institucional, creó el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) buscando paliar la pauperización del sector científico, al otorgar becas económicas a aquellos investigadores que más se esforzaran por publicar sus resultados científicos en revistas de prestigio internacional y formar especialistas jóvenes.

Es evidente que el SNI fue sólo un mecanismo clientelar como otros que se crearon en aquellas décadas, pero que impidió que el problema real —la precarización de los salarios en la academia— fuera resuelto adecuadamente. Peor aún, este placebo ha creado algunos vicios, como el de que, dado que el estímulo económico no forma parte integral del salario, es perdido por aquellos investigadores que optan por la jubilación. Como luego de toda una vida profesional en la que se trabaje con cantidad y calidad constantes, era posible alcanzar los máximos niveles del SNI, dotados también de estímulos más cuantiosos, la pérdida de este ingreso puede resultar considerable tras el retiro, retrasándolo en muchos académicos y evitando con ello el refresco generacional que trae aparejada la actualización de los campos de investigación. Durante estos casi cuarenta años el SNI tuvo también muchos logros; le permitió a la comunidad científica crecer y vincularse con sus contrapartes de otras naciones, creando un círculo virtuoso para la ciencia y la tecnología en México. Ahora es muy habitual que los estudiantes de posgrado participen en grupos de investigación mexicanos que colaboran con otros del extranjero, lo que invariablemente aumenta la calidad de su trabajo y la competitividad del sector.

Sin embargo; en los tres años de la actual administración federal el SNI ha ido perdiendo el blindaje que le imponía el requisito de la calidad de los productos de investigación y docencia generados, imprescindibles para que los académicos pudiesen ingresar, permanecer y ascender entre sus categorías y niveles. Los cambios que casi a diario sufre el SNI no buscan aumentar la calidad de la ciencia que se realiza en México, ni mucho menos resolver el añejo problema de los malos salarios de la academia, sino que están motivados exclusivamente por la voracidad del actual partido gobernante para adueñarse de cualquier programa clientelar. Esto hará que pronto el SNI no sirva más como el estándar de calidad a considerar al momento de conferir premios, contratar o promover académicos, etc. Pero esta inutilización a la que se dirige el SNI también abre la oportunidad para que la academia deje de perseguir la zanahoria que disfraza esta nueva artimaña clientelar y retome su lucha por salarios y financiamiento competitivos a nivel internacional.

Lo anterior, dicho sin aberraciones.


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Nacional
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