DON DÁMASO
Yo entiendo la columna como un servicio público. La columna tiene que tener su gracia y su pellizco literario, pero no vale decir lo que sea, porque de lo que se trata es de ayudar a la gente a entender un poco mejor lo que ocurre y a entenderse mejor a sí misma. Fernando Savater
EJERCITEMOS EL MÚSCULO DE LA CURIOSIDAD.
PONIENDO LAS CARTAS SOBRE LA MESA: Es un hecho que en el mundo controlado por los algoritmos, el ser humano va perdiendo su capacidad de obrar por sí mismo, su autonomía. Donde una información ahuyenta a otra, no tenemos tiempo para la verdad. La mentira nunca puede ser la base sobre la que construir ninguna verdad. A veces pienso que al menos la mitad de nuestros coterráneos son como describía Nicolás Berdiaev a los rusos: el alma rusa es capaz de embriagarse en su propia perdición.
Resulta preocupante, por decir lo menos, que hoy en día cuando alguien en México pregunta: ¿y ahora que hizo este bruto? Todos sabemos a quien se refieren; pero, más allá de la hilaridad que esto produce, considero que ha llegado el momento de darle el golpe a los temas de interés y hacer nuestra la alternativa tres que nos propone el psiquiatra francés Boris Cyrulnik:
Una vez superado el punto más cruel de la pandemia, tenemos tres maneras de adaptarnos a la nueva vida: La primera la de retomarla tal cual era nuestra vida antes, convirtiéndonos en prisioneros del pasado; la segunda sería caer en un caos social donde terminamos votando por un régimen autoritario que nos genere falsas esperanzas. Y la tercera y más deseada sería vivir un nuevo renacimiento donde reinventemos una nueva manera de vivir juntos con nuevos trabajos, nuevas formas de relacionarnos y con nuevos roles. Para este nuevo renacimiento necesitamos un ejército de personas curiosas.
Para ello, es imperativo recalibrar nuestro umbral de curiosidad y colocarnos del lado del ejército de las personas curiosas y desertar de las filas del ejército de la apatía, la mediocridad y el fanatismo; es vital, involucrarnos en los asuntos del día a día del acontecer nacional. De lo contrario, seremos parte de ese segundo ejército de comparsas y lords moléculas llenos de odio y rencor contra un pasado que los arrastró inercialmente y que precisamente, por esa apatía, llegamos hasta donde hemos llegado. No quisiéramos vernos en un punto sin retorno, ejemplos hay muchos, cosa de repasar la historia cuyo parteaguas fue la caída del Muro de Berlín.
Por supuesto que no queremos volver a ese pasado, ni mucho menos queremos seguir en el caos del presente, en el que vemos cómo los libretos de la carpa mañanera, cada día más agotados y repetitivos, más que buscar el esclarecimiento de unos hechos de corrupción y la determinación de las responsabilidades penales correspondientes, se convierten en una suerte de espectáculo, en un combate singular lleno de egotismo y vanidad; en consecuencia, el público acaba alabando la habilidad para mentir, no el compromiso con la búsqueda de la verdad. Estoy convencido que los mexicanos merecemos un futuro diferente sustentado en el sentido común, en las lecciones que nos ha dado la historia, principalmente, en lo que corresponde a los gobiernos totalitarios
Pero volvamos al estudio de la curiosidad, entendida ésta como ese placer de averiguar lo que uno creía que sabía y no sabía, cuya definición más usual es: deseo de saber o aprender alguna cosa. Con la facilidad que nos dan las redes sociales y los motores de búsqueda, podemos dar rienda suelta a una de las características más distintivas y más valoradas del ser humano, la curiosidad, y podemos experimentarlo de diversas maneras: como un colibrí de una flor a otra sin descanso de un asunto a otro, adquiriendo pequeños fragmentos de saber sin dejar que cobren coherencia y maduren para dar lugar a una comprensión verdadera de los mecanismos de la naturaleza. También hay quien gusta clavarse en un tema y acumula migajas de información como un avaro, sin llegar jamás a usarlas. Y quien muestra curiosidad por asuntos que no son de su incumbencia, como los hábitos sexuales de sus vecinos. Pero también es posible buscar el conocimiento con intenciones serias y respetuosas, ya sea a la manera de la zorra de Isaiah Berlin, que sabe un poco de muchas cosas, o del erizo, que sabe mucho de una sola. Uno puede ser curioso de forma obsesiva, o con fervor, sobriedad o frialdad objetiva.
Sobre la curiosidad, me llamó la atención esto que leí en Twitter escrito por el psicólogo Todd Kashdan: Existe un gran trabajo para mejorar las emociones positivas y la felicidad. Pero, ¿cómo podemos adaptar las intervenciones para tener en cuenta la diversidad humana? Ya sea por temperamento, personalidad, historia de vida o demografía. Los humanos no son intercambiables. Adopte enfoques personalizados basados en evidencias. Además, ha estudiado con detenimiento la curiosidad. Para él, la curiosidad es un mecanismo que todos poseemos y que esta relacionado con la exploración de actividades sanas y constructivas, relaciones o experiencias. Se trataría de elegir aquellas que nos conectan con nuestros valores e intereses, es decir, con lo que consideramos significativo en nuestra vida.
Ahora que celebramos los doscientos años de su natalicio, honremos la memoria de Dostoievski, que fue un agudo observador, indagador inquieto, eterno buscador de respuestas a cuestiones insolubles.
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