2021-11-02-chapultepec

Chapultepec

Delfina Careaga 

Ustedes que van de vez en vez a Chapultepec, cuéntenme cómo está ahora. Yo me acuerdo tanto de cuando mi papá nos llevaba a mis primas y a mí... Casi siempre elegíamos el lugar que está abajo del Castillo. Ahí mi papá y nosotras nos  sentábamos alrededor de un árbol, y él nos contaba aventuras policíacas de Carlos Lacroix y su secretaria Margot, una serie que también pasaba la X.E.W. de la radio, ya no me acuerdo qué día de la semana. Cuando terminaba la narración, todas le pedíamos que nos contara otra aventura, pero él ya se había cansado y quería leer ese libro que había traído. Así es que, viendo su reloj decía que era el momento justo para que, quizás, el tesoro de Moctezuma se hiciera visible, el cual aparecería debajo de un arbusto, un arbusto muy especial que daba flores moradas. Eso nos entusiasmaba más y corríamos mientras, con un suspiro de descanso, mi papá abría su libro y  se abstraía sabrosamente en  la lectura. Y nosotras nos dispersábamos buscábamos incansables aquel arbusto y sus moradas florecitas. 

Ahora que lo pienso es muy curioso que nunca encontráramos tal arbusto. Curioso porque había diversidad de flores y plantas en ese entonces, pero el que necesitábamos nunca apareció. Así mi papá nos tenía ocupadas durante el tiempo que él quería. Cuando decía: "Bueno, la hora se ha pasado y ya no podrán hallar el tesoro hasta la próxima vez que vengamos". Protestábamos, queríamos ir al zoológico o que nos llevara la maquinita que daba una vuelta grande por el bosque. Pero él se negaba aduciendo que la hora mágica había pasado y que debíamos regresar a casa si no deseábamos que ocurriera algo desagradable.

---Exactamente ¿cual es la hora mágica? ---preguntaba yo--- porque siempre venimos aquí en distintos momentos del día, e, incluso hemos llegado por la tarde.

---Eso es lo mágico de la hora, Firuca (así me decía), que siempre que nuestros pies pisen la tierra de Chapultepec, invariablemente las horas se volverán prodigiosas permitiendo  hacer visible el tesoro que nos hará felices por siempre.

---¿Y también para las otras gentes que visitan el bosque? ---preguntó una prima.

---¡No, por supuesto que no! ---exclamó él escandalizado---. Este privilegio sólo fue decretado por "Tesomoco, la Reina  Indostana", bruja que habitó estos parajes hace miles de años, sólo y exclusivamente para la familia Careaga. Sólo para ella.

 

Siempre nos convenció con ese argumento. Así que nos subíamos a su Fordcito llamado "Rosa de Abolengo", y partíamos muy orgullosas de nuestro apellido, como si fuéramos descendientes de portentosos países.

¡Qué bueno hubiese sido que la deferencia que nos dispensó la bruja "Tesomoco" nos siguiera distinguiendo! Pero todos los Careaga, fuimos tan común y corriente que jamás encontramos el tesoro de Moctezuma. 

En un sueño recurrente que tengo desde hace mucho: cruzamos mis primas y yo  un campo inmenso, buscando cuidadosamente, una flor chiquita, morada, desconocida...  De pronto, grita una: "¡Ya la encontré!", pero luego se fija y la flor es amarilla. Y luego otra, grita aún más fuerte: "¡Ya la encontré!", y en ese momento los suaves pétalos empiezan a caer. Y así hemos recorrido la vida, creyendo, esperando, creyendo, esperando…


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