Eric Rosas
Abandonados a la suerte
En un vuelo transatlántico mexicano, mientras los pasajeros dormían o lo intentaban con la ayuda de antifaces, una embarazada daba vueltas por los pasillos resoplando a cada paso. Tras un par de horas la fémina se dirigió al fondo de la aeronave con la entrepierna ensangrentada pidiendo auxilio a los sobrecargos. Al ver el estado de la futura madre, una de ellas activó el altavoz solicitando la intervención inmediata de alguna comadrona a bordo. Desde las filas de en medio se levantó un médico, pero la mujer en labor de parto lo rechazó rotundamente y pidió que alguien más la ayudara a traer a su bebé al mundo. Fue entonces cuando un viajero invidente y manco intervino y permitió la llegada al mundo de un nuevo ser. Tras la euforia por el nacimiento, el piloto invitó a todos tres rondas de espumoso vino. La tercera copa sumió al propio capitán en un pesado sueño que le impidió retomar el timón. Entonces el copiloto, aunque acumulaba tantas o más horas de vuelo que su superior, salió de la cabina para encontrar algún pasajero sobrio. El único que no había ingerido el champan era un adolescente que, acostumbrado a los videojuegos, condujo el avión con sorprendente habilidad hasta su destino final.
Así como sucede en esta absurda historia ficticia, México está arrebatando su futuro y destino de las manos de los especialistas para dejarlo al vaivén de la suerte. Un especialista es aquel individuo capacitado y entrenado para afrontar situaciones que precisan de conocimiento y habilidades particulares. Eso hace un médico cuando estudia y practica durante años bajo la supervisión de sus profesores como sacar adelante las inconveniencias más apremiantes que puedan ocurrir en los partos. Así sucede también con los pilotos, cuyas horas de vuelo les dotan del conocimiento y pericia necesarios para llevar a los pasajeros sanos y salvos hasta su destino.
Metafóricamente hablando, México es esta parturienta y esta aeronave que debe dar a luz a nuevas generaciones y conducirlas hacia un futuro seguro y mejor. Para lograr ambos objetivos necesitará de sus mexicanos más capacitados y entrenados. Esto es lo que busca hacer un programa de becas de especialización como el que otorga estos apoyos para el estudio de posgrados en nuestro país y en el extranjero y es administrado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT). Los becarios de este programa se han convertido en los médicos, ingenieros, geólogos, economistas, etcétera, que han permitido la modernización de nuestra nación y la han insertado en el concierto de las principales economías del mundo.
Durante décadas la sociedad, el gobierno y la planta productiva asentada en nuestro territorio han aprovechado el talento especializado generado por el programa de becas del CONACyT, al encontrar al mejor galeno y al piloto de más pericia para proteger a la sociedad y aumentar la competitividad de la industria. Sin embargo, de diciembre del 2018 a marzo de este año el número de becas del CONACyT para estudiar posgrados en México, ha pasado de 72 733 a 50 516, lo que les ha quitado el apoyo a tres de cada diez jóvenes, mientras que, para estudios en el extranjero, en el mismo periodo se han reducido de 5 424 a 2 265, dejando sin esta posibilidad a seis de cada diez estudiantes. Con tales recortes este mecanismo de recambio generacional se ha visto truncado y, de no reactivarse de inmediato, el bache creado causará estragos en unos diez o 15 años, cuando nuestra sociedad no contará con especialistas y las empresas migrarán en su búsqueda hacia otros países.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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