Tras los cuatro años de oscurantismo que vivió nuestro país vecino en el norte, causados por la superstición y la mitomanía Donald Trump, la nueva administración encabezada por el presidente Joseph Biden ha virado el timón para retornar a los Estados Unidos de América (EUA) al camino de la verdad y la ciencia, tal como prometió hacerlo en su primer discurso dirigido a su nación al saberse ganador de la contienda electoral de noviembre pasado. En días recientes el Senado estadounidense ha aprobado la Iniciativa de Innovación y Competitividad 2021, mediante la que se creará un nuevo directorado para tecnología e innovación dentro de la Fundación Nacional de Ciencia de ese país; establecerá un programa para impulsar nuevos polos regionales de desarrollo; generará una estrategia para vigilar el curso de la seguridad económica, la ciencia, la investigación, la innovación, la manufactura y la creación de empleos, a fin de establecer un programa resiliente de cadenas de proveeduría y de otros propósitos. Iniciativa que estará dotada de una inversión que superará los 250 mil millones de dólares estadounidenses (mmdde) para el próximo lustro; la mayor realizada por la primera economía del orbe en años.
La motivación de esta iniciativa reside en el hecho de que durante la década más reciente los EUA han cedido terreno a la República Popular de China en materia tecnológica, y esta pérdida de ventaja ya tuvo efecto en la economía mundial cuando durante el año pasado las naciones occidentales debieron enfrentar un desabasto de microprocesadores sin precedentes. Con la sindemia de covid-19 también quedó claro que la nación oriental fue menos afectada que la americana y eso supuso meses de alta vulnerabilidad para la primera potencia del mundo.
La Iniciativa de Innovación y Competitividad 2021 resalta la dependencia directa que el bienestar de una sociedad tiene con la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación que realiza. Ese es precisamente el enfoque que nuestros vecinos norteños le dan a la asignación multimillonaria para investigación en áreas del conocimiento de la actualidad, que les ayudarán a apropiarse de las tecnologías que evolucionen a partir de la 5G, la fabricación de chips, la inteligencia artificial, la biotecnología, la robótica, el cómputo de alto rendimiento, entre otras.
La Fundación Nacional de Ciencia estará a la cabeza en la implementación de esta iniciativa y recibirá 81 mmdde en sus presupuestos del 2022 al 2026 para transformar su estructura orgánica e instaurar un nuevo directorado para Ciencia y Tecnología. Otros 52 mmdde irán destinados a ayudar a las compañías nacionales para que incrementen sus capacidades de manufactura de microchips en el propio territorio estadounidense. Con esta acción el gobierno de Washington demuestra que el progreso de toda nación pasa por el fortalecimiento de su planta productiva y que es la iniciativa privada la que realmente sustenta a la economía de un país.
Aunque en México atravesamos ahora las tinieblas que los EUA dejaron atrás en enero pasado, en este opinador persiste la confianza de que el renacimiento que ahora florece al norte del Río Bravo terminará por rescatar a nuestra confundida nación, que desde hace meses vive envuelta en la intoxicante nube de una nostalgia decimonónica. Será muy difícil que los intereses del norte de América puedan ahogarse en la corriente cancerígena que pretenden importarnos desde el Orinoco.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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