DON DÁMASO
“Las cosas muertas pueden ser arrastradas por la corriente, solo algo vivo puede ir a contracorriente”
Gilbert Keith Chesterton.
PONIENDO LAS CARTAS SOBRE LA MESA: ¿Cómo podemos combinar el grado de iniciativa individual necesario para el progreso con el grado de cohesión social indispensable para sobrevivir?
Esta pregunta, encierra acaso lo que pudiéramos identificar como el eslabón perdido de las sociedades actuales, que al romperse, ha dejado paso libre al populismo y sus secuelas perniciosas, de ahí la necesidad de avanzar en una articulación política entre la clase media y los pobres enfocados a programas, que concilien el crecimiento económico con la cohesión social.
Economía y política operan como una yunta que prepara las tierras para la lucha electoral, en donde la obtención de votos y, las actitudes políticas, vienen determinados por la posición y los intereses económicos de las personas. Tanto la economía como la política son realidades dinámicas. Por ello, es importante distinguir, entre el voto económico retrospectivo -en el que los electores deciden su voto en función de la marcha de la economía en el período inmediato anterior– y, el voto prospectivo –en el que la clave serían las expectativas sobre el futuro de la economía según el signo de los gobiernos-.
Sería deseable que, el tiempo que dedicamos a conocer la vida, milagros, perversiones, traumas de la infancia y la psicología de los nuevos mesías envueltos en la capa del populismo; también lo dedicáramos a comprender las causas que lo impulsan, así como sus remedios, para evitar que la tentación populista siga horadando nuestras instituciones y nuestras democracias.
El populismo, no es como la hiedra, que se expande de manera natural. La semilla del populismo requiere un terreno social fértil. Este terreno, bajo el ecosistema de incertidumbre y apatía de las clases medias, existe ahora en nuestras sociedades latinoamericanas y, sus orígenes se encuentran hace casi un siglo en la Italia de Mussolini, la Rusia de Stalin y la Alemania de Hitler.
En nuestro país, los partidos tradicionales, no han sabido identificar ni responder, a las demandas con una oferta adecuada de políticas económicas y sociales. Han naufragado bajo el timón de tecnócratas advenedizos que, a diferencia de los dirigentes populistas, no tienen desarrollado el olfato para oler las carencias de las clases medias y pobres.
Las medidas adoptadas en la posguerra por los Estados Unidos bajo el liderazgo de Roosevelt, permitieron la aparición de la clase media y, con ello, la extensión y fortalecimiento de la democracia. Estas dos realidades van de la mano: si se debilita la clase media, se socavan las bases sociales de la democracia. Esas clases medias surgieron gracias al New Deal. Por eso, los populistas, atacan a las clases medias, saben que al hacerlo, erosionan a la democracia.
Los acuerdos fiscales en el mundo occidental, detonaron la prosperidad y movilidad social, creando las condiciones para la edad de oro de la clase media. Además de los impuestos, los instrumentos de esa redistribución, fueron cuatro grandes políticas públicas: educación, sanidad, pensiones y vivienda.
Fue a principios de los setentas, cuando la maquinaria económica que impulsó la industrialización, empezó a tirar aceite, a perder fuerza y tracción, para sostener el ritmo de crecimiento observado durante el llamado Desarrollo Estabilizador cuyo padre, Don Antonio Ortiz Mena, dejó muy alta la vara para todos quienes le han sucedido en el puesto.
El bienestar familiar empezó a deteriorarse, se fue perdiendo la confianza de las clases medias y los gobiernos reaccionaron tarde y mal, mientras vivían el frenesí del petróleo. Les dijeron a los que se habían quedado en los surcos áridos de la economía agrícola, que emigraran a otros lugares, o que se resignasen a permanecer ignorados en sus comunidades.
Los gobiernos, no sólo no hicieron nada para remediar la desindustrialización, cuestionaron también los programas de bienestar. Los recortes de la austeridad hicieron el resto. Surgió así, una nueva época de desigualdades y, también de anemia de la clase media. El terreno quedó abonado para el populismo.
CASA DE NAIPES: La Primera Cumbre Presidencial entre Biden y Putin, arrojó saldos positivos para ambas potencias, alcanzando acuerdos en materia del control de armas nucleares, siendo un gran avance ya que ambos acumulan más del 90% de las armas nucleares del mundo.
La ciberseguridad se posiciona como uno de los puntos centrales de la agenda y, como una de las principales amenazas para la seguridad internacional; por supuesto, el combate al cambio climático, las resoluciones en conflictos en Siria, Afganistán y Libia se conviertan en ejes de acuerdo que se prestarán a más acercamientos, como muestra del pragmatismo y el interés nacional para apagar focos de inestabilidad.
Las señales recibidas, permiten concluir que, un período de alta tensión, no prevalecerá, sin embargo, lo anterior, no significa que la rivalidad desaparecerá,
Ya que abordamos la Rusia de Putin, considero indispensable para los tiempos que nos ocupan, conocer lo que ocurrió hace un siglo, pero en la Rusia de Stalin, el macabro y enfermizo controlador que quiso abolir la realidad en aquel país. Les comparto una selección de libros memorias, ensayos y reportajes para entender el totalitarismo soviético. 1.Los que susurran. La represión en la Rusia de Stalin, Orlando Figes (Edhasa, 2009); 2. 10 días que estremecieron al mundo, John Reed; 3. Voces de Chernóbil. Crónica del futuro de Svetlana Alexiévich; 4. El imperio, del polaco Ryszard Kapuscinski; 5. La casa eterna, Yuri Slezkine, 2021, recientemente traducido al español.
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