Luis Sánchez
Es alarmante el sistema de gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Ha demostrado que un país prácticamente siendo las cenizas de un país, bajo el yugo de la potencia democrática estadounidense, dispuesta a bombardear naciones “menores” en nombre de la libertad, puede levantarse desde sí e incluso apoyar patrias hermanas.
Recientemente el canciller Marcelo Ebrard anunció el envío de ventiladores de manufactura nacional a Belice, Bolivia, Guatemala, Guyana, Haití, República Dominicana, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Surinam, y Trinidad y Tobago para que puedan paliar los graves efectos de la pandemia en estas naciones.
Asimismo, a propuesta de México ante la ONU, el plan de vacunación a nivel mundial (Covax) contempla la distribución del antígeno sin costo a países en condiciones precarias. Claro, “del dicho al hecho, hay mucho trecho”, existe el acaparamiento (porque la corrupción o “gandayismo” no son endémicos de México, aunque pretendan lo contrario). Sin embargo, el compromiso está y será un escándalo mundial si esto no se cumple tarde o temprano.
En este sentido, y de forma increíble (para bien), Ebrard también anunció que el país donará 250 mil dólares al fondo para la distribución de vacunas (Covax) con el objetivo de acelerar la dotación de dosis en el mundo.
En el terreno nacional, el país está dentro de los 10 que más inmunizaciones han logrado, incluso delante de Rusia, donde se produce la satanizada Sputnik V (vilipendiada por los ignorantes, ingenuos y necios que piensan la izquierda como un invento de Stalin, pero eso es otra cosa).
No sólo eso, en alianza con Argentina, también por iniciativa mexicana, se logró impulsar un plan para producir vacunas dentro del país, así, AstraZeneca ya tiene listas las primeras dosis recién salidas de Ocoyoacac. Pero no es todo, CanSino, fármaco chino, también está produciéndose en el país.
A esto se une el proyecto Patria, vacuna nacional, que ya está en pruebas y se perfila para ser aprobada de emergencia (como todas en todo el mundo) en los últimos meses de 2021. Dicha empresa, por cierto, la quisieron manchar los adversarios (y es una lástima que privilegien la aversión a una persona –ni siquiera a una idea-) con tales falsedades que, por su carencia de fundamentos, es irrelevante repetir.
En tema de salud, México es (sí, aún lo es) un país raquítico, y con las carencias evidentes por el latrocinio descarado (que persiste, hay que decirlo, a niveles locales) logró enfrentar la pandemia lo más dignamente posible. Hablamos de que aún hoy potencias desarrolladas como Estados Unidos tiene 3 veces las defunciones por C-19 del país –y aunque su población es mayor, se supone que es el país más desarrollado del mundo-, mientras Reino Unido e Italia están por debajo con poco más de la mitad de muertes que en México, pero también con la mitad de la población nacional y sistemas de salud supuestamente envidiables. Estos son datos de Statista.com.
En materia financiera, como en todo el mundo, nuestra economía cayó 8.5% aproximadamente por la pandemia, el dólar se fue a 25 pesos y el escenario parecía el paraíso de los detractores del presidente. No obstante, más tardaron en decir “AMLO devaluó la moneda” que en regresar a los niveles de 20 pesos por dólar y aún a fines de año en ocasiones llegó a bajar hasta los 19.50 por unidad de la divisa estadounidense.
Ahora, desde la perspectiva neoliberal (muy decadente) en que se mueve el mundo, The Economist advirtió la semana pasada que la democracia en México peligra, como si un sistema monárquico como el inglés fuera muy plural; más primitivo no puede ser –en mi opinión-. Pero bueno, esta añeja revista, fundada en 1843, publicó en 1913 un artículo apoyando el golpe de estado del usurpador Victoriano Huerta. Así que muy democrática, pues no es.
Este jueves otro diario, ahora alemán, consideró que el presidente Andrés Manuel cada vez es más autocrático, como si la señora Merkel no se hubiera ostentado 18 años en el poder. Como si nuestro presidente hubiera derrocado con las armas al “honrado” Peña Nieto. Pero, como respondió Ebrard a los ingleses: “quizás [sea] tiempo para que […] las élites exasperadas entiendan que no están entendiendo”.
López Obrador ha logrado alianzas con el sur de América porque sabe que el norte no va precisamente en ascenso, y aún así enfrenta hábil, no sin llevar uno que otro revés, al imperio. Ha sido el presidente menos preponderante sobre los otros poderes; delega a su gabinete, distribuye el trabajo, revisa, supervisa, coordina, admite no saberlo todo (qué catastrófica la pandemia bajo el “manejo” de un necio ignorante como Fox, por ejemplo).
El mundo, o el puñado de países que dicen ser el mundo, se ha dado cuenta. Han advertido el riesgo potencial de un cambio de paradigma que no sería incluso ajeno a la realidad de sus bases sociales, que sí están embrutecidas con dádivas, por ejemplo, con programas donde sí dan dinero abiertamente a quien no hace nada. Esos que centran sus esfuerzos contra los narcos mexicanos, pero en su vida han arrestado a un capo gringo, o alemán…
Y cada vez que atacan a un sistema que no comprenden porque no es la tradicional izquierda ni el capitalismo salvaje (que ha empobrecido también a los habitantes de las potencias aunque lo nieguen), terminan con el hocico sangrando porque lengua les sobra y colmillos también. Porque están decadentes y tienen miedo, diría el presidente, porque los países “pequeños” ya no tienen miedo.
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