Daniel Cortez
Melancólica se presenta esta mañana, mis ojos hundidos prometen un día largo por el desvelo de las últimas semanas. Estos cambios de sensaciones han puesto un nuevo horizonte, es momento de soltar la cuerda y seguir con la locura de vivir.
Llegó la hora de ir a un costado de los sueños, de ver a la gente pasar y estar en paz con los pasos. No creas que me voy y te echo al olvido, jamás podría hacerle eso a alguien que maravillo mis sentidos, que me hizo flotar en el pavimento cuarteado de estas calles, y cegó mi libertinaje con compañía.
Fue un destello del que nos tomamos para encontrar un impulso, un lugar para ir compartiendo miradas, voces y letras, para vivir una etapa siendo cómplices; fuimos de más a menos en esa avalancha de emociones.
Así que llevo conmigo las tardes de noviembre que siempre nos llevaran a ese lugar donde la señal del celular se perdía, aquel donde la oscuridad nos daba intimidad y la música un motivo emotivo al combinar latidos. Recordaré que te vi desnuda aun cuando usabas ropa, y sin ropa me tocó inhibir algunos complejos, no es fácil dejarse llevar por el deseo, pero fue sencillo tomarnos de la mano y caminar por los portales.
No te preocupes por lo que viene, tenemos la oportunidad de andar en rumbos distintos, no hay rencor en lo vivido, lo que, si hay, es la experiencia de haber consumido las horas a tu lado, esas que marcaron de tantos ambientes las tardes de risas o las noches caricias. En este momento nuestros dedos no se entrelazan, y no hay inconveniente por ello, me alejo tranquilo, sonriente y agradecido, recordando que el fuego aun consume mi pecho y mis pies descubrirán otro camino.
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