La importancia del discernimiento en la persona humana 

Laura Barreal Danel

Buen día, querido(a) lector(a)…..Le saludo con mucho gusto, deseando que Usted y su familia se encuentren bien de salud y con abundantes bendiciones en su hogar. Aprecio y agradezco el favor del tiempo que dedica a la lectura de las presentes líneas…… 

Se ha dicho que el discernimiento es “el juicio por cuyo medio percibimos y declaramos la diferencia que existe entre varias cosas”. 

El término discernimiento se forma a través del sufijo en latín mentum que significa “medio o instrumento” y discernir que también proviene del latín “discernere” y expresa “distinguir ó separar” 

Los autores coinciden en que, el acto de discernir es una virtud ligada a un juicio moral que permite al individuo valorizar si una acción es buena o mala. 

Como juicio moral, el discernimiento se ha definido como la habilidad o capacidad que posee una persona para certificar o negar el valor moral de una determinada situación. 

La palabra discernir es sinónimo de juicio, perspicacia, distinción, comprensión. Esto es, cuando la persona discierne algo, podrá comprender y distinguir lo que es bueno y lo que es malo; lo que es correcto y lo que no lo es y además, alcanzará a ser prudente en su manera de actuar. 

Es claro que para lograr el “discernimiento” se requiere como premisa fundamental haber adquirido la virtud de la prudencia. La cual, nos explica detalladamente el Doctor David Isaacs y al respecto él señala que, a través de dicha virtud, la persona en su trabajo y en las relaciones con los demás, recoge una información que enjuicia de acuerdo con criterios rectos y verdaderos, pondera las consecuencias favorables y desfavorables para él y para los demás antes de tomar una decisión, y luego, actúa o deja actuar, de acuerdo con lo decidido. 

El autor subraya que es la prudencia la que facilita una reflexión adecuada antes de enjuiciar cada situación y, en consecuencia, tomar una decisión acertada de acuerdo con criterios rectos y verdaderos. 

Asimismo, señala que la negligencia es un vicio en contra de la virtud de la prudencia como lo es también la imprudencia. 

Esta reflexión adecuada de la que nos habla el Doctor Isaacs, antes de enjuiciar cada situación, es exactamente lo que a menudo nos saltamos para llegar a conclusiones personales, de las cuales nos encontramos convencidos sin haber atendido los criterios rectos y verdaderos con los que contamos para llegar a una conclusión que tenga que ver con la verdad y que nos ayude a clarificar adecuadamente la decisión que vamos a tomar. 

Ramiro Pellitero, Profesor de Teología en la Universidad de Navarra al respecto, cita a Robert Spaemann, quien señala que, para obrar bien es preciso hacer justicia a la realidad. Esto requiere de la prudencia, la más importante de las virtudes morales.  En la vida personal cotidiana, en la vida eclesial o en la vida social, es necesaria la prudencia que no es mera cautela o moderación, sino “sensatez o buen juicio”. Consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo en una determinada situación, para saber cómo hay que actuar y decidirse a ello. 

Pellitero nos comparte la estructura y dimensiones de la prudencia….y se refiere a la tradición clásica en la cual se antepone la prudencia a otras virtudes importantes: la justicia, la fortaleza y la templanza. Esto indica que sólo puede ser bueno el que es prudente, es decir, el que es justo antes que nada con la realidad. Razón por la cual los diez mandamientos son formas de ejercicio de la prudencia. 

Señala que la prudencia es la causa y la raíz, la madre, la medida y el ejemplo, la guía y la razón precisa de todas las demás virtudes. Añade que la prudencia es la medida ética del obrar porque determina lo que es conforme a la realidad (cf. J. Pieper, Virtudes fundamentales, Madrid 2010, p. 34).  La prudencia es la virtud que guía a la conciencia moral. 

Esta atención a la realidad, propia de la prudencia, tiene dos dimensiones: la memoria o conciencia de los primeros principios (sindéresis) –el más importante es hacer el bien y evitar el mal—y la atención a la realidad en la que se actúa. 

Combinando dichos elementos, la prudencia actúa por tres pasos sucesivos; la deliberación (momento cognoscitivo); el juicio, dictamen o discernimiento acerca de la situación (lo que lleva a tomar “conciencia de la situación”); y el “imperio” o decisión de actuar (momento operativo). 

En resumen, la prudencia es la “regla recta de la acción”(Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles)  

El Padre Pellitero continúa y dice que, como hemos visto, el modo de vivir la prudencia necesita siempre del discernimiento o juicio sobre la situación, como momento central y más representativo de la prudencia.  Lo cual presupone una deliberación que mire a la realidad y va seguido de la decisión para actuar poniendo determinados medios. 

De acuerdo a lo mencionado sobre el discernimiento, resulta claro que, si ponderamos los tiempos difíciles que la humanidad ha tenido que enfrentar con motivo de la presencia del coronavirus, podemos inferir la enorme afectación que ésta pandemia ha traído a nuestras vidas en diferentes grados y magnitudes y, por tanto, la necesidad de cada persona, cada comunidad, cada sociedad y cada Nación, de saber discernir sobre lo que es menester en cada situación y muy particularmente, frente a la “infodemia” o “pandemia de la información”  a la que el mundo entero se enfrenta cada día. 

Dicha “pandemia de información” puede generar confusión. Puede inclusive, ejercer cierta coacción a la toma de decisiones que sean más bien para apaciguar, o bien, para alarmar a la población, que por ser éstas realmente certeras y efectivas.  

Si lo analizamos, en realidad ha transcurrido poco tiempo desde que el SARS CoV-2 apareció por primera vez, en China y que provoca la enfermedad que se designa como COVID-19 se haya expandido por todo el mundo y que ha provocado una alerta sanitaria mundial, que llevó a las autoridades de las diferentes naciones a tomar el confinamiento como medida preventiva para evitar la propagación del virus. 

Es verdad que tal desconocimiento ha generado alarma social. Sin embargo, las noticias que van apareciendo en medios de comunicación y redes sociales, lejos de ayudar a encontrar soluciones, han contribuido a generar en la población sentimientos de alarma, incertidumbre, desconfianza en las autoridades y gran desesperanza. Es ésta la “infodemia” como se le ha denominado desde la OMS a éste exceso de información y que para estar individualmente en posibilidad de saber elegir la información certera y adecuada se requiere de la virtud de la prudencia y de un claro discernimiento para saber optar por la verdadera información y sin sufrir angustia y manipulación. 

¡¡¡Querido@ lector@ !!!........Leyendo a los Ignacianos, he encontrado como es que ellos detectan en el confinamiento una oportunidad para que éste sea un tiempo de discernimiento, de experiencia espiritual, entre otras cosas. Discernimiento de aquello que experimentamos en nuestro interior personal, familiar o comunitario en ésta inesperada circunstancia que ha roto nuestros modos cotidianos de estar en la vida, de estar en casa, en el trabajo, en la escuela, en el barrio y en la ciudad. 

Me atrevo a hacerle la invitación a  interiorizar sobre el tema del discernimiento a partir de consideraciones como que, podría ser éste un tiempo de plantearnos el sentido profundo de nuestro ser y de nuestra vida y entonces estar en mejor posibilidad de tratar de ser “prudentes” y detenernos a “discernir” para tomar mejores decisiones en los diversos aspectos de nuestro desempeño personal, familiar, comunitario y como humanidad. Tal vez, es tiempo de elegir retomar valores que habíamos dejado atrás y que ahora nos damos cuenta de cuánto nos ayudaban a tener mayor certeza sobre el rumbo de nuestras vidas y a vivir con paz en nuestros corazones. 

   Y…..Hasta la próxima, querid@ lector@ 

  ¿Deseas recuperar en tu vida personal y en tu vida familiar la capacidad de “discernimiento”?…  

Contacto: orientafam.lbd@gmail.com 

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