2020-12-20-la-onda-plana-60

La Onda Plana 90

Eric Rosas

Una ley Frankenstein 

El pasado lunes 14 de diciembre la titular del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) ofreció su informe general de actividades del 2020. Acto que utilizó para entregar – por fin – el Plan Estratégico del CONACyT para lo que resta del sexenio, 2021-2024; y al mismo tiempo anunciar que el día previo, en la ocasión de las primera y segunda sesiones ordinarias de este 2020 del Consejo General de Investigación Científica, Desarrollo Tecnológico e Innovación, había entregado al primer mandatario de México, su anteproyecto para la Ley General de Humanidades, Ciencias, Tecnología e Innovación (LGHCTI). 

En su discurso pronunciado a la entrega del anteproyecto, la directora general de la dependencia dejó muy claro que con ello estaba dando cumplimiento a una orden recibida directamente por el titular del Poder Ejecutivo Federal. Pero del tono de sus palabras subsecuentes, también se puede leer entre líneas que la bióloga ha sido avisada ya de su próximo relevo en el cargo, y que se siente orgullosa y confiada porque parece estar convencida de haberlo desempeñado en apego total a la mayor exigencia que el presidente demanda de sus colaboradores: una obediencia ciega. 

Pero además de haber causado una absoluta animadversión de la comunidad científica hacia el primer mandatario durante estos dos años al frente del CONACyT, alienación que pudiera resultar irremediable al menos en los cuatro años venideros; la galardonada con el Premio Nacional de Ciencias del 2017 – que, por cierto, recibió de manos del entonces presidente Peña –, deja un Plan Estratégico fuera de la realidad, de una miopía extrema e inviable en la temporalidad señalada, y plagado con un adoctrinamiento exacerbado. Peor aún, entrega un anteproyecto de LGHCTI igualmente contaminado y desarticulado que jamás – pese a lo que la funcionaria pregona – ha sido consultado con la comunidad científica y tecnológica de México; que no sólo no cuenta con la aceptación de la comunidad académica, sino que transita en el sentido opuesto a los intereses del gremio y a la realidad del sector. 

La propuesta pretende concentrar la toma de decisiones en el director general del CONACyT, quien con certeza llegará al encargo bajo la ya referida premisa de una sumisión absoluta a la voluntad del primer mandatario. Más en el fondo, el anteproyecto pretende abarcar demasiado. Tratar con sectores tan disímbolos en algunos aspectos como lo son la investigación científica y el desarrollo tecnológico, ha sido un reto que nuestro país no ha logrado articular eficientemente desde que en el 2002 el presidente Fox promulgó nuestra primera Ley de Ciencia y Tecnología. Incluir ahora a la innovación refleja nuevamente el profundo desconocimiento que se tiene de los distintos conceptos y las actividades que engloban. La innovación – e incluso quizá también algunos aspectos del desarrollo tecnológico – es la materia que tendría que sustentar nuestra política industrial; sin embargo, forzarla a que cohabite con la ciencia fundamental en todos los espacios académicos, no parece ser una práctica que pueda conducir a resultados exitosos. Y para completar este Frankenstein normativo la directora ahora también ha incluido a las humanidades… 

El anteproyecto de la otrora respetada bióloga es una herencia maldita para quien llegue a sucederla pues, aunque su tránsito por el Congreso de la Unión pueda ser resuelto por las mayorías oficialistas, como ley general su implementación tendrá que superar a los poderes legislativos de las entidades federativas.  

Lo anterior, dicho sin aberraciones. 

e.rosas@prodigy.net.mx 
Twitter: @DrEricRosas 

21 de diciembre de 2020 


Categoría:
Nacional
Etiquetas:

    No hay etiquetas asociadas a éste artículo.

Vistas:
23

Notas Relacionadas