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Sandía, melón, papaya, piña, jícama y la esperanza de subsistir: un vendedor de frutas en pandemia

Aranxa Solleiro  

Desde Temoaya, Emeterio Flores Martínez sale a las cinco de la mañana para iniciar el viaje de una hora y media hacia la Central de Abastos de Toluca para surtir su carrito de frutas: sandía, melón, papaya, piña y jícama son los principales productos que hacen que luzca un festival lleno de colores y sabores.  

Poco más de un año tiene trabajando alrededor de las calles de Toluca, especialmente en Gómez Farías, Benito Juárez, Villada y Francisco Murguía. Sin embargo, justo meses después de haber iniciado como vendedor de cocteles, el virus fraguado desde el otro lado del mundo, comenzó a afectarle, pues le prohibieron estar en las calles por lo menos de marzo a mayo cuando todo se cerró por completo.  

“Fueron días difíciles, siguen siendo pero esos meses sí la verdad nos las vimos duras, tuve que dedicarme por completo al campo para sacar algo y mantener a la familia.” Argumentó. 

Emeterio es campesino, sus manos lo demuestran, se dedica a sembrar maíz cada año, empero el 2020, apenas pudo ser un año que le permitió dedicarse a su cultivo pues el tiempo de venta no fue el mejor, lo que provocó que junto con sus diez compañeros intentaran nuevamente regresar a la ciudad y seguir vendiendo sus cócteles de 20 y 30 pesos.  

“Éramos antes más, como unos 20 y ahora solo quedamos 10, ya somos la mitad, por la razón de la pandemia a muchos les dio mejor por quedarse en el pueblo y ya no arriesgarse a venir, porque está muy difícil no solo por la venta que es baja, también porque los del municipio (policía) se dedican mucho a ver quién está en las calles y nos quitan o nos multan.” Comentó cortando rápidamente una rebanada de melón.  

Más allá del miedo a la pandemia y a contagiarse del virus, Emeterio le temé a no conseguir suficiente dinero durante el día, en tanto que sus ventas disminuyeron notablemente: “antes de todo esto vendía diario unos 700 pesos u 800, ahora desde que empezamos otra vez pues vendemos cuando mucho 300 pesos, entonces pues tenemos que ver cómo le hacemos.”  

Cada mañana al surtir su carro, compran entre todos, entre mil a 2 mil pesos de fruta, sin embargo comenta que antes se compraban alrededor de 3 mil porque era fácil deshacerse de todo, hoy incluso, existe fruta que se echa a perder por su poca venta, tal es el caso de la papaya o la sandía, que además, han subido al doble su precio por kilogramo, haciendo que su esfuerzo sea aún mayor. 

No obstante ello, trabaja todos los días hasta las 4 de la tarde con la confianza de que sus clientes frecuentes lleguen a comprarle, especialmente taxistas o vendedores cercanos, aunque argumenta que los que mayoritariamente atendía antes de la crisis pandémica era a estudiantes de las escuelas, los cuales desde marzo, son inexistentes en las calles.  

Emeterio es padre de familia, le preocupa la salud de su familia y el bienestar de ellos, así como las problemáticas que padecen en el presente los campesinos, no obstante mantiene la esperanza de que el gobierno los ayude y que les permita vender por lo menos cada día, para que siga aportando a sus seres queridos una satisfacción a sus necesidades: alimento y vestido. 

Como Emeterio, los vendedores ambulantes que recorren la ciudad, deben de seguir buscando un pilar con el cual sostenerse y su dedicación y esfuerzo, no hace más que ver por el bien de la sociedad, por lo menos él, alimenta a paseantes citadinos y evidentemente, de una manera considerablemente sana, facto que indudablemente, está a favor de la prevención ante el insoslayable virus. 

(Foto: Aranxa Solleiro)  


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