Aunque el Estado de México se mantendrá hasta final de año en color naranja de alerta sanitaria, los tianguis y el comercio ambulante son uno de los factores más riesgosos para la población, pues los locatarios no respetan las medidas sanitarias y el factor de riesgo es muy alto, reconoció Víctor Durán Mendieta, Subdirector de Epidemiología, Instituto de Salud del Estado de México.  

Elena Aguilar

Sin embargo, en diversas regiones de la entidad el ambulantaje, pues en la medida en que ha recrudecido el desempleo y elevado la crisis económica, los mexiquenses han encontrado en el comercio ilegal la única forma de subsistir.  

Es el caso de Don Luis, uno de los 59 mil mexiquenses que perdió el empleo formal con que contaba antes de la emergencia sanitaria y que se convirtió en un vendedor ambulante, para llevar ingresos a su hogar. Este hombre de 45 años de edad y padre de dos niños es mecánico, durante cinco años continuos percibió 9 mil pesos mensuales, que con la emergencia sanitaria se fueron desdibujando hasta desaparecer.  

Sin embargo, reconoció que por encima del temor por  contraer el virus de Covid-19, a estas alturas le preocupa más llevar comida a su mesa.  

En entrevista el Epidemiólogo del Isem explicó que actualmente hay un incremento del 5 al 10% en hospitalizaciones por Covid-19 en lo que va de la temporada invernal, aunque hay en disponibilidad 3 mil 150 camas generales y 720 para pacientes que requieren un ventilador, lo que brinda un margen de tranquilidad para continuar en la misma fase de la pandemia en la entidad y que será el mismo escenario hasta fin de año.  

Enfatizó que, durante el Buen Fin, la preocupación no son las grandes plazas comerciales ni los negocios formales, pues respetan las medidas sanitarias; la alerta se enfoca en los tianguis, tanto en zonas urbanas como rurales, y en el comercio informal que significan un riesgo, donde son necesarias supervisiones para asegurar  el cumplimiento de las normas.  

“Nos estamos acercando a los representantes en todos los municipios, para sensibilizar que de no tomar en cuenta las recomendaciones ponemos en riesgo tanto a los trabajadores como los usuarios, y con ello está latente el riesgo de regresar a rojo”.  

Para Don Luis, el grave problema es que no hay más que seguir arriesgando la vida en la vía pública, no sólo sorteando automóviles sino la posibilidad latente de contraer el virus SARS-CoV-2 que podría llevarlo a la muerte, pues, pese a ser un hombre sano, el estrés y la hipertensión lo dejan más vulnerable a la enfermedad.  

“Vengo todos los días desde hace meses a este crucero. Algo tenía que hacer, no puedo quedarme cruzado de brazos, tengo hijos, familia, deudas y no podría quedarme esperando que me cayera del cielo o me regalara alguien el dinero que no va a llegar”, respondió desesperado.  

En el crucero de Zinacantepec y Manuel J. Clouthier, Luis no es el único trabajador, hay por lo menos otras cinco o seis personas, unas venden chicles, mazapanes, otros aguas y refrescos, también cubrebocas, paletas, papas, entre otros productos, se turnan para recorrer los autos y algunos se observan desanimados.  

Para los líderes empresariales el riesgo de regresar a semáforo rojo es una posibilidad “catastrófica” pues el fin de año significa la única posibilidad de recuperar sus ventas, algo de ingresos para sostener empleos e incluso los propios negocios abiertos, ya que actualmente varios debieron cerrar, o despedir personal por falta de ventas.  

(Foto: Elena Aguilar)