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El trabajo de cocina en la nueva normalidad, una enorme responsabilidad

Contar con un empleo en un mundo que es atacado por momentos difíciles de pandemia, debe ser agradecido e incluso disfrutado, a pesar de la inclemencia o sacrilegio que pudiera representar. Entre padecimientos de una precariedad laboral que ha aumentado a más de 10.6 millones de personas según datos aportados el año pasado por la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENEO), publicado por el Instituto de Estadística y Geografía (INEGI), y la supervivencia para combatir dificultades de salud, seguir y fortalecer los pasos que demandan detenerse en ocasiones, es necesario. 

Aranxa Albarrán

El sonido de una olla exprés que lanza un graznido penetrante en cualquiera de los oídos que confluyen dentro de la cocina. Cuchillos que con precaución deben de ser manejados para cortar delicadamente los ingredientes que serán culpables de un desayuno agradecido por los comensales. 

Luces en el techo que parecen ser de neón y más de seis parrillas que sostienen sartenes, ollas y comales calentando las tortillas con las que se podrá degustar el platillo hecho con un brillo artístico admirable.  

Se refleja la silueta de Rosalba, quien aparece con un aspecto futurista al portar la careta y los lentes de protección. Asemeja sin intención, a un trabajador de construcción en pleno uso del taladro.

“Sí claro que se es muy molesto, de por sí el calor en la cocina es mucho, hace que te sientas a veces sofocado, ahora con todo lo que debemos de traer en la cara es peor. Sientes que es prácticamente imposible respirar y hace que sudes más, entonces debes de tener más cuidado para que el sudor no rebase la red del cabello. Si en algún momento se nos ocurre quitarnos la careta o el cubrebocas, nos sancionan o no sabes si va a venir salubridad, porque sí han venido ya varias veces y si nos cachan así, es mucho peor no solo para nosotros trabajando sino para el restaurante en general.” 

Salubridad se ha presentado por más de tres ocasiones de marzo al mes de septiembre, sin embargo antes de la pandemia, su rastro era casi inexistente.

“Y si vienen y te dan la amenaza para no sacarnos un reporte, obviamente te piden dinero. De eso se mantienen.” Comenta mientras sofríe un pedazo de pollo que será inmediatamente llevado a una torre bien formada de chilaquiles en espera. 

La temperatura ideal dentro de una cocina en días de saturación, se percibe a más de 26 ° Celsius, no obstante portando el equipo de protección podría llegar a los 30 °, afectando indudablemente a la adecuada respiración. 

“Recibimos ahora la mitad de lo que veníamos ganando porque no hay mucha gente todavía y nuestro trabajo no es tanto como antes. Antes sí la verdad casi no nos dábamos abasto, ahora tenemos tiempo de sobra. Tengo que mantener a tres hijos y además ocupo de ese dinero para mis traslados porque no tengo un carro propio. Me he podido mantener un poco también de algunos pedidos especiales que hago de comida a personas y con lo que gano aquí.” 

Saliendo del espacio de creación de platillos, un poco más adelante del pasillo principal, se encuentra Joel, quien es encargado de la preparación de bebidas frías y calientes. Su expresión artística se concentra en colocar el grosor perfecto de espuma a los cafés que se venden mayoritariamente. Sonríe a la gente, la cual se identifica con un levantamiento repentino de la careta y sus lentes de protección.

“Soy estudiante, quise ayudar un poco a mis padres para los gastos. A pesar de que no recibo mucho, 2 mil a la quincena, pues algo les puedo dar. Ya al menos es una carga menos para ellos. Estoy aquí ocho horas, entro desde las 7 (am) y salgo a las 2 (pm). Está bien, así tengo tiempo libre en las tardes para hacer mis tareas y atender a mis clases. He trabajado siempre en cosas así, y pues sí, ahora es muy diferente todo. Sí pesa o te estorba la careta, el cubrebocas y lo demás, pero como me encuentro casi en atención directa del cliente, pues debo de traerlo todo el tiempo o puede que se sientan inseguros.” 

Escucha una orden de dos cappuccinos y un americano, los realiza con una velocidad extraordinaria y comenta:

“yo creo que debemos de ser agradecidos o bueno yo, porque por lo menos tengo trabajo y hay quienes no lo tienen ya. Muchos de mis compañeros tuvieron que ser despedidos porque ya no estamos teniendo las mismas ganancias, antes hasta nos peleábamos por los horarios, ahora solo somos dos o hay días en los que solo estoy yo. Ni modo, es lo que hay.” 

Ambos cuentan por parte del restaurante acceso al seguro social, sin embargo si tuvieran la necesidad de ser atendidos, los gastos implicados por los estragos y repercusiones del virus, van mucho más allá de solo contar con un espacio en un hospital. 

En la actualidad la Población Económicamente Activa (PEA) trabajando o en busca de empleo, tuvo un aumento de 47.4 % en mayo al 53.1 % en junio. Las personas en la economía informal alcanzaron los 25.6 millones, lo que representa el 53 % de la población ocupada. No obstante, evocando las palabras de Joel los que cuentan al menos con una seguridad social “deberían estar agradecidos” en un mundo de precariedad, desempleo y caos pandémico.

Foto: Aranxa Albarrán


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