ESTE ÚLTIMO MOMENTO ® 

Daniel Cortez 

La calma se apodera de la intemperie, esta tarde de lluvia sólo están nuestros sentimientos, han pasado por muchos lugares caóticos en cada salto del segundero de estas semanas, que un respiro siempre da  paz si este viene acompañado de tu sonrisa. Nuestras siluetas se relajan, las sombras juegan un poco a enredarnos en lo que vas acercándote a nuestro encuentro, mientras, nos damos ese estrujón sin tocarnos. 

Se vuelve rosa la vida en mi mirada al reconocer tu voz a la distancia, eso es algo muy fácil de notar cuando la luz vuelve a brillar, y lo gris de mi semblante se  toma un descanso, entonces se consuma el abrazo, la cálida sensación nos deja disfrutar del aroma a tierra mojada que ameniza el encuentro. 

Por el momento, no hay nada que decir, los botones florecen al observarnos de cerca y las mejillas se ruborizan en la ternura del impacto de nuestros labios: después de tanto tiempo aún reconozco el fruto dulce en el néctar de tu saliva.  Te tomo de la mano, los dedos juegan a anudarse y no soltarse en lo que caminamos el trayecto para  llegar a un lugar donde sentarnos. 

Comienzas a contarme la sarta de emociones y situaciones que te allanaron estos días, a veces pareciera que alguna maldición complica tu andanza, sin embargo, siempre encontramos los pétalos para sanar las heridas, sonríes un poco, al parecer mi humor negro  sosiega la tormenta de las palabras.  

Después de eso nos recostamos, acariciamos nuestras mejillas y nos perdemos en el universo que nos regala la ventana del alma. En este último momento se muestran impacientes los instintos al reconocerse los aromas, aunque por ahora esto de escuchar el redoble del tambor que emite mi pecho es suficiente para ser feliz cuando va al ritmo de tu latido.  

Foto de Caryn en Pexels