2020-08-14-que-son-las-nuevas-masculinidades

¿Qué son las nuevas masculinidades?

Maricruz Castro Ricalde 

Académica del Tec de Monterrey  

¿De qué se habla cuando leemos o escuchamos “nuevas masculinidades”? Uno de los riesgos de este término es que podría tender a prolongar la antigua y equivocada idea de vincular, de manera inextricable, al varón con lo masculino. Es decir, a caer en la añeja confusión entre el sexo y el género. El propósito de las instituciones públicas, de la academia, de los medios de comunicación interesados es que cualquier persona, cualquier sujeto de a pie, comprenda que no necesariamente es así. Que detrás de la perpetuación de esa idea se esconde el deseo de conservar privilegios ligados a la virilidad como lo es mantener un conjunto de ventajas sociales asociadas al dominar, controlar y decidir. De esta forma, si un hombre no es “viril” se le criticará por no saber mandar, por dejar que su pareja opine y determine, y la gran mayoría de las veces, por la identidad de género que ha escogido. Entonces: alguien que nace varón tendría que poseer la libertad de seleccionar las características y los comportamientos que reconocemos como parte de las identidades de género, en un rango amplio y sin prejuicios de ninguna clase. En otras palabras: alguien que nace varón debería de poseer el privilegio de escoger cómo vivir su virilidad. 

La masculinidad hegemónica ha patologizado a cualquier persona que se resista a ella. El siguiente paso es el estigma, las etiquetas, a partir de estereotipos que se han naturalizado (el “mandilón”, el “poco hombre”). Por lo general, la consecuencia son comportamientos discriminatorios, cuya violencia presenta todo tipo de gradaciones. Las nuevas masculinidades han comenzado a trabajarse sobre todo desde el ámbito doméstico y familiar: se trata de compartir las tareas domésticas, la crianza, la expresión de los afectivos y las emociones. Nunca como un favor, como algo temporal o desde una posición de superioridad que “condesciende” a cambiar sus patrones mentales y de conducta. Pero es imposible hablar de una “nueva masculinidad”, si el varón no va en pos de transformar las relaciones de género, de manera estructural. Es decir, desde lo político, lo económico, lo cultural. Por ejemplo, es muy común que en una reunión profesional, sin que medie una responsabilidad explícita, se le solicite a una mujer que sea ella quien tome la minuta, escriba el reporte, solicite los cafés (si no es que sea ella a quien se le pida que los prepare). Los hombres asocian, así, que parte de su identidad de género como varones les da derecho a mandar, como parte de una serie de acciones tendientes a subordinar a sus colegas mujeres. Pero esto también ocurre, cuando se trata de desplegarse como el macho “alfa” del grupo. Y éste esperará una actitud servil, en el que otros varones le abrirán la puerta, le dirán “señor licenciado”, en un acumulación de títulos que irían en pos de dejar claro quién está arriba y quién abajo; quién manda y quién es el dominado. 

Una nueva masculinidad evitaría el denominado “mansplaining” hacia las colegas que lo rodean. Intentaría pensar qué hay detrás de esa tendencia de pensar que ellas saben menos que él, porque “son mujeres”, porque de esos temas (científicos, académicos, especializados) no saben o lo saben mal. Evidentemente, entendería que las personas que trabajan a su lado no son “lindas” ni “reinitas” como tampoco son “niñas” ni se les habla en diminutivo. Y conocen perfectamente cuándo una idea distorsionada de la masculinidad lo está conduciendo al acoso laboral y al ejercicio indebido de sus funciones (como cuando con recursos públicos se le solicita a un chofer ir por sus hijos e hijas a la escuela o a una subordinada, que los ayude a realizar sus tareas). En estos sencillos ejemplos nos damos cuenta de la necesidad de cambiar muchísimas prácticas en la academia, la empresa y la administración pública. 

Foto: Redes


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Nacional
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