EN ESTA EDICIÓN © 

Daniel Cortez 

La portada de siempre, algunos tonos claros en los ojos por si hay que buscar un lugar para perdurar, pero siempre con la elegancia que puede dar la oscuridad a simple vista, no hay agradecimiento, ni fecha de elaboración, es simple, el índice habla de la textura que puede tener una palabra en las letras y del ligero veneno que no mata, pero te vuelve adicto a lo que se lee.  

En esta ocasión va sin título, ¿Para qué?, si es la última vez que se habla de este personaje. Las paginas no tienen una numeración visible, la cuenta se ha perdido porque en ciertos detalles uno regresa a leer hojas anteriores: como cuando crujen los suelos en otoño al caminar por las calles, o cuando el viento mese los pétalos de las flores en el simple tacto de esta ciudad con trastorno de personalidad múltiple, que nos da numerosos climas a donde volver dependiendo de la tristeza, añoranza o la palabra cálida que nos tranquiliza el pulso. 

Este es el contenido de un libro que quizá no cambie el mundo, ni siquiera se acerca a ser uno que dé abrazos con los versos para la temporada de frío. Es sólo mi boca que no sabe hablar de otra manera y extiende el eco donde la mirada contempla lo que los oídos no pueden escuchar… es lo que contiene el café profundo que ha navegado en la luz describiendo formas, es mi nariz haciendo del aroma un momento para recordar en el abanico de las sensaciones, son mis manos que han olvidado esperar y por momentos pueden describir con lujo de detalle las curvas peligrosas de la tierra húmeda. 

Las líneas de mi vida revelan que aprendí a caer de pie en el andar de las noches desérticas con lluvia, y con un poco de suerte, el agua me sabe a sal para sanar las heridas de este cuento “sin fin” que hoy termina. Así es la última versión descrita de los hechos que recorren mis venas, lo rojo que siempre me ha movido pone este argumento abierto para quien quiera leerlo, porque en esta edición, tengo el corazón ileso.  

Foto de Caryn en Pexels