2020-06-23-confesiones-de-turista-35

Confesiones de turista 44

El Estanquillo

Aranxa Albarrán Solleiro

“Los turistas son una categoría del vistazo de la frecuentación rápida de los lugares, de la foto como recuerdo y del entendimiento de que todo se ha vuelto paisaje distante porque ya lo único cercano es la noción misma de turista. En ese sentido (…) lo que conviene y lo que corresponde es ser un viajero.” Me lo platicaba en “el imaginario” el mejor cronista de México una mañana con deseos de sumergirme en magnas representaciones culturales en la Ciudad de México, un fascinante laboratorio de encuentros, entendimientos y una musa exquisita de aquel que me acompañaba ese día.

Caminaba en dirección a lo que para mí, simboliza un aposento de reliquias. Una cercanía a palpar físicamente al escritor con mayor profundidad mexicana, un excelso representante lírico de lo que se habita, escucha, huele y se vislumbra a través de caminar por senderos de la urbe más grande del mundo. El Museo del Estanquillo, la casa que el mismo Monsiváis erigió como espacio donde se mostraran no solo exposiciones formidables de obras artísticas, sino de sus más entrañables vicios: la colección. 

El edificio fue construido en los años de Porfirio Díaz en 1890, con transiciones de joyería, discoteca hasta convertirse en museo en el 2006. La exposición de boleros cantados por Agustín Lara, Pedro Vargas y María Victoria resuenan con ecos que parecen no tener un regreso. Las memorias, las ganas y las intenciones de Carlos al preservar la esencia e identidad mexicana, se disuelven en cada rincón del espacio. 

Más de 20 mil obras se resguardan en el edificio, converge una variedad preciosa de collages, dibujos, documentos históricos, pinturas, fotografías, grabados, partituras, caricaturas, miniaturas y maquetas. 

-¿Cómo le pondremos maestro, a su lugar prístino?

- Parece, creo yo, una analogía de los pequeños comercios, del México de los siglos XIX y primera mitad del XX.

-¿Cómo dice? Y ¿Cómo se le llamaban a esos lugares, maestro? 

*Monsi lanza una mirada de gato recién levantado*

- ¡Estanquillos! Se les llamaba estanquillos. En ellos era posible la adquisición prácticamente de todo tipo de mercancías.

Así como su abanico literario que es un carnaval de ensayos, cuentos y crónicas, su museo elogia en sentido de analogía, a su corazón intelectual.

Hoy en día sufragan perturbadores silencios que ni él mismo soportaría, en tanto que el ruido y el caos, eran su mejor ingrediente a fórmulas de creación lírica. Es por esto que van más de dos meses que persiste una recurrente dentro de mi cabeza: ¿cómo será cuando volvamos y le demos “restart” a nuestra alma monsiviana dentro de su Estanquillo? Me establezco en un escenario posible a corto plazo. Percibo en principio, a los ojos de los visitantes que confluyen en las salas del maravilloso museo, delatando una sofocación deleznable. Yo, por otra parte, me imagino estando en el gran albergue de obras y colecciones del maestro, repitiendo en mi memoria una frase de Los rituales del caos: y en el caos se inicia el perfeccionamiento del orden. Aunque por momentos, parezca todo lo contrario. 

Las salas repletas de obras y piezas de Alberto Isaac, Abel Quezada, Gabriel Vargas y Rius, se encuentran un tanto desoladas, se conjetura que dentro del espacio el aire se vuelve dañino. La sala de lectura en donde se puede elegir cualquier libro donado por el escritor y sentarse en uno de los sillones del espacio para leerlo, se empolva de angustia y ansiedad por no ser contaminada porque se escuchó en la radio que ya se cuenta con casi más de 170 mil casos positivos en México y “para documentar el optimismo” la ciudad es la más afectada. La terraza con una de las vistas más impresionantes del Centro Histórico y capaz de robar el aliento de cualquiera, no la está apreciando casi nadie, a pesar de que la claustrofobia se evite. 

Todo parece evocar las palabras del mismo libro “el fin del mundo se acerca, aparte con anticipación sus boletos”. Se escucha a la lejanía la risa de Monsi y nos susurra a los tres que nos plantamos en medio de la segunda sala: “muy pronto se iniciará el conteo regresivo y la humanidad entrará en su fase terminal. Sin embargo, y por fortuna, en vísperas de la catástrofe les ofrecemos la gran oportunidad: el lipstick que hará que se enamoren del color como casi nunca lo hubieran visto, un color incendiario por sus pigmentos puros y con la sensación cremosa que deja su néctar de miel nutritivo. ¿Qué más quieren? Y todo esto a unas horas de que la humanidad se desvanezca. Acudan al fin de la especie con labios flamígeros, los propios del beso de la despedida.”

Confesiones de turista en: Twitter: @aranx_solleiro, Instagram: @arasolleiro , aranxaas94@gmail.com y https://everywherematters.blogspot.com/  

Foto: Aranxa Albarrán


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Nacional
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