2020-06-08-la-onda-plana-31

La Onda Plana 57

¿De lo perdido, lo que aparezca? 

Eric Rosas

El conflicto que se avecina con la Unión Europea (UE) a causa de las decisiones tomadas en las semanas recientes por el titular del Poder Ejecutivo Federal de México, en relación a las modificaciones de las condiciones pactadas durante el sexenio pasado en materia de energías renovables, puede alcanzar proporciones mayúsculas. Aunque la desavenencia no llegará al punto de que las naciones europeas envíen navíos de guerra al Golfo de México, como sucedió en 1862 cuando arribaron al puerto de Veracruz las embarcaciones galas, inglesas y españolas, sin duda el reclamo de indemnizaciones por parte de la UE podría terminar golpeando aún más la ya de por sí maltrecha economía mexicana. El escenario es muy preocupante, pero además resulta en extremo inefable que se suscite a consecuencia del empecinamiento mexicano por favorecer la generación de energía a partir de los combustibles fósiles. Pues se sabe bien que la Comisión Federal de Electricidad  (CFE) se vuelve cada vez más incosteable y contaminante al quemar combustóleo para generar el fluido eléctrico, mientras que el sector privado aumenta su productividad del lado de las energías eólica y solar. 

En países como Alemania – cuyos niveles promedio anuales de irradiancia solar, por ejemplo, se eclipsan cuando se comparan con los que gozamos en casi todo el territorio nacional – algunas empresas petroleras han comenzado a migrar sus negocios hacia la generación de energía eléctrica a partir de fuentes limpias y renovables, como la solar fotovoltaica, la eólica y la marítima. Innovadoras compañías teutonas del sector energético han empezado a instalar frente a la costa griega sus primeros prototipos de plataformas integrales para la generación de energía, que incluyen turbinas submarinas, aerogeneradores y paneles solares, para aprovechar simultáneamente la fuentes energéticas que representan las corrientes marítimas, la radiación solar y los vientos. 

El mercado petrolero en el mundo entero está viviendo sus últimos años. No únicamente porque su utilización supone un daño grave para el planeta, sino porque los avances tecnológicos alcanzados en las décadas más recientes permiten que cada día se puedan aprovechar mejor otras fuentes energéticas, renovables y ecológicas, lo que favorece que éstas se vuelvan más asequibles y con ello impulsan a su vez nuevas tendencias tecnológicas en muchos sectores productivos, como es el caso de los vehículos eléctricos en la industria del transporte. Son estas nuevas tendencias tecnológicas las que han acarreado la caída de la demanda mundial de crudo y ahí México ha revelado sus carencias frente a otras naciones productoras que nunca dejaron de invertir en desarrollo tecnológico mientras el negocio perolero fue boyante. El crudo mexicano es, en general, de muy baja calidad comparado con los que se extraen en otras latitudes. Su alto contenido de azufre, por ejemplo, lo vuelve más contaminante y también más costoso de procesar. Es por tanto, un hidrocarburo que cotiza por debajo de otras mezclas en el mercado mundial, pero también uno que no resulta del total agrado entre quienes, después de comprarlo, tendrán que refinarlo a un mayor costo. Ante este desprecio mundial por el petróleo mexicano que se ha acentuado con la pandemia, la poco reflexionada solución parece haber sido entregarlo a la CFE para que lo queme y al menos "le saque algo" de electricidad a cambio. 

Lo anterior, dicho sin aberraciones. 

e.rosas@prodigy.net.mx 
Twitter: @DrEricRosas 


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Nacional
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