2020-04-27-la-onda-plana-25

La Onda Plana 51

IP al rescate del CONACyT 

Eric Rosas

La semana pasada regresó al escenario público la absurda adjetivación de la ciencia, de la que ha sido víctima esta noble actividad desde el inicio de la actual administración federal. La vergonzante protagonista de este falso debate buscó congraciarse con el presidente, en la oportunidad que le brindó el empoderado subsecretario de salud durante una de sus conferencias de prensa vespertinas. La oradora se esmeró en endulzarle los oídos al primer mandatario con esas frases que sabe que le agradan, a pesar de que con esta zalamería crispa aún más el ánimo de la inmensa mayoría de científicos mexicanos que, ya de por sí, le han perdido el total respeto, luego de que durante estos pocos meses de estar al frente del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), no ha tomado acciones que no estén encaminadas a minar la capacidad de investigación científica y de desarrollo tecnológico, que nuestro país llevaba alrededor de medio siglo construyendo. Y que, aunque aún limitadas y perfectibles, habían permitido a los científicos comenzar a ganarse la confianza del sector privado, eslabón fundamental en la consecución de una efectiva transferencia tecnológica, que es la única ruta viable hacia la generación de tecnología propia, el incremento de la innovación y el aumento del bienestar de la población de nuestra nación. La susodicha mencionó nuevamente que su proyecto de administración al frente de la dependencia buscaba combatir las prácticas que sus antecesores habían tratado de incentivar. Reclamó una vez más al sector privado su “reducida aportación en ciencia, tecnología e innovación” y lo acusó de haber recibido millonarias sumas de dinero público. 

Por supuesto que todo este desgastado e insensato discurso sólo intentó servir de montaje distractor para que el trasfondo no fuera obvio al auditorio: el hecho de que el CONACyT buscará salvar la cara ante la sociedad – y su directora ante su jefe –, aprovechándose precisamente de las capacidades productivas con que sí cuenta la iniciativa privada. En el anuncio cargado de amargura y resentimiento, la titular del CONACyT terminó por aceptar que usará propiedad intelectual de acceso libre – como es el caso del diseño de ventiladores que liberó el Instituto Tecnológico de Massachusetts hace unas semanas –, junto con uno de los ecosistemas de innovación impulsados por su antecesor inmediato y dos empresas asentadas en la entidad queretana, para intentar proveer al sector de la salud con algunos cientos de respiradores. Montar una línea nueva de producción no es una tarea trivial. Y alcanzar los índices de calidad de proceso que aseguren la confiabilidad del producto en estas líneas piloto de ensamble tampoco es tarea fácil ni rápida. A pesar de ello, todos deseamos que el ecosistema que lo intentará sea exitoso y ayude a mitigar las carencias que se padecen en los hospitales en la batalla feroz contra la pandemia. Pero el elefante en el cuarto sigue ahí, agazapado tras la cortina de humo de la adjetivación insulsa. Ningún país del mundo tiene la capacidad para desarrollar tecnología sólo con el erario. Se necesita la aportación privada para el fondeo de proyectos de desarrollo tecnológico e innovación que solucionen los problemas reales que aquejan a la sociedad, pero estas inversiones sólo se logran cuando se garantiza el retorno que da viabilidad al negocio y a los salarios. Es menester aceptar que la ciencia puede y quizá debe ser fondeada con el erario, pero el desarrollo tecnológico no tiene éxito sin la participación de la iniciativa privada. 

Lo anterior, dicho sin aberraciones. 

e.rosas@prodigy.net.mx 
Twitter: @DrEricRosas 


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Nacional
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