Los antecedentes (I)
Leonardo Da Vinci decía que “quien piensa poco se equivoca mucho”. ¿Los millones de mexicanos que votaron por el tabasqueño razonaron su decisión? ¿Cayeron en la cuenta de a quién le entregaban su voluntad? ¿Fue la razón o la víscera lo que trazó el destino de un país? Si como afirmaba Shakespeare, “la memoria es el centinela del espíritu”, ¿por qué no considerar que el espíritu se ausentó en aquel instante en que las urnas se pusieron a nuestra disposición? Los antecedentes de López Obrador son más bien sombríos.
En 1996, el entonces joven nacido en Macuspana tomó por asalto y bloqueó más de cincuenta pozos petroleros e incitó a la violencia, so pretexto de defender a las comunidades afectadas por la empresa paraestatal. Aquellos doce días que duró su ‘lucha social’ significaron pérdidas por 54 millones de pesos. Pero, a pesar de esa acción delictiva, nunca fue juzgado. Lo que sucedió después parece indicar que su interés era otro: el poder. Así que contendió por la gubernatura de Tabasco y sufrió su primer revés. Su segunda gran derrota, años después, ocurrió cuando, después de haber gobernado la ciudad de México, fue vencido nuevamente. Entonces se apoderó de la avenida Reforma. Esta vez las pérdidas fueron para la iniciativa privada. Mas el hombre no abandonó su empeño de ser el mandamás. Y lo logró en 2018 arropado por un movimiento, Morena, mitad echeverriano por aquello del “cuarto movimiento”, mitad delamadridista con su “regeneración moral de la sociedad”.
Ebrio de triunfo, ha dedicado su tiempo, no tanto a gobernar como un buen estadista, como a blandir su espada contra el pasado inmediato, contra esa plaga de ‘conservadores’ y ‘neoliberales’ corruptos. Convertido en un verdadero Homo loquens, madrugador trivial que, entre sermones y devastaciones institucionales, consume su tiempo dadivoso. Pues que para repartir dones es un genio, lo mismo que para nutrirse de la sangre de las masas a la voz de “Primero los pobres”. El tabasqueño, en sus desenfrenadas correrías, da y vampiriza. Sin importarle si la economía camina o duerme, si los recursos se agotan. Es el rostro del populismo.
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Sufragio efectivo, no reelección. Respeto a la división de poderes y a los ciudadanos. Sí a la vida y a la libertad de expresión. Sí a la solidaridad con la marcha de Javier Sicilia y los Le Barón, sí a las protestas de las víctimas del desabasto de medicamentos.
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