Becarios abandonados 

Como pocas veces en las épocas recientes la humanidad enfrenta ahora un reto descomunal. La pandemia del coronavirus Covid-19 se propaga como un gigantesco tsunami desde el este hacia el oeste y pronto sus enturbiadas aguas terminarán sumergiendo a México con su hálito infeccioso. A diferencia de otras epidemias recientemente vividas, como la de la influenza A H1N1, el Síndrome Respiratorio Agudo Grave, SARS – siglas en inglés para Severe Acute Respitatory Syndrome –, o el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio, MERS – siglas en inglés para Middle East Respiratory Syndrome –; el Covid-19 presenta una elevada tasa de transmisión, lo que lo vuelve especialmente dañino. Como cualquier virus el Covid-19 crece exponencialmente, lo que significa que en tiempos relativamente breves el número de infectados puede aumentar de unas cuantas unidades a un par de decenas y al día siguiente alcanzar el orden de las centenas y en unos cuatro días superar el millar. Este es el caso que ya hemos constatado lamentablemente en países como China – donde inició el brote pandémico – y Corea del Sur, en oriente, y ahora los estamos viendo en países de Europa Occidental como Italia, Francia, Alemania y España. Cuando el crecimiento del número de infectados es tan rápido, usualmente los sistemas de salud de los distintos países no alcanzan a darse abasto para atender a tantos enfermos y es ahí precisamente donde el Covid-19 fundamenta su peligrosidad, pues eventualmente habrá infectados que no podrán tener acceso a los cuidados médicos necesarios para vencer a la enfermedad. Es por estos motivos que los países han comenzado a implementar medidas de contención, como el cierre de sus fronteras o el asilamiento que, al alejar a la gente, permitan reducir la tasa de contagios y así intentar paliar el problema que todos estamos enfrentando. En América del Norte, Estados Unidos de América y Canadá ya han tomado medidas muy severas para prevenir la llegada del tsunami. En México, el sábado se anunció que tendremos una “cuarentena” que iniciará el próximo viernes 20 de marzo, pero que profesores y estudiantes deberán regresar a laborar cuatro días luego de este fin de semana largo en el que pudimos evitar las concurrencias.  

Eric Rosas   

Sin embargo, existe un grupo de mexicanos, brillantes, destacados y trabajadores, que México está dejando en el abandono: los becarios del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT). Chicos, muchos de ellos solteros, que estudian y residen solos a miles de kilómetros de distancia de sus familiares, en países tan lejanos como los del Asia u Oceanía, pero también en otros que actualmente se encuentran en la Europa Occidental que ahora está convertida en el epicentro de la pandemia, en naciones como España, Francia, Italia, Alemania o el Reino Unido. Tradicionalmente los becarios del CONACyT que se preparan en el extranjero tienden a preferir – en ese orden – instituciones de los Estados Unidos de América, de España y del Reino Unido. En el caso de los que estudian en el país vecino, requerirán unos seiscientos dólares americanos para volar a sus casas y al menos contar con los cuidados de sus familiares en caso de resultar infectados. Aquellos becarios que estudian en España – donde el sistema de salud ya se encuentra colapsado –, tendrán que adquirir algún vuelo por unos mil euros; mientras que los que estudian en el Reino Unido necesitarán alrededor de mil libras esterlinas para hacer lo propio. En todos los casos, los becarios que sientan la necesidad de regresar a sus casas a refugiarse con sus familiares, deberán gastar más del monto mensual de la beca de manutención que reciben por parte del CONACyT y por eso llama poderosamente la atención que María Elena Álvarez-Buylla Roces, directora general del organismo se haya olvidado del capital humano más valioso de nuestro país y no haya anunciado aún ningún apoyo para estos chicos becarios.     

Lo anterior, dicho sin aberraciones. 

e.rosas@prodigy.net.mx 
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