La salud (I)
Hace algunos años, un grupo de amigos acudimos al auditorio Karl Marx, en la Habana, con motivo de la clausura de una Convención de Cultura. El salón, repleto de convencionistas, burócratas y jóvenes escolares. La ceremonia comenzó con rigurosa puntualidad. Se abrió el gran telón. El presídium era impresionante. En el centro, el comandante Fidel Castro. Habló primeramente Ledo Ivo, el poeta brasileño, de quien, recuerdo haber leído versos como estos publicados en ‘Material de Lectura’, editado por la UNAM: “Me felicito a mí mismo por ser transitorio/ siempre tuve miedo de la eternidad/ ese gran perro oscuro/ que me olfatea las piernas y me seguía sin morder…”; a renglón seguido, la perorata del líder cubano. Lengua larga como un río inacabable. Nos aturde con el recuento de sus logros. Destaco el de salud. Con datos precisos que emergían de su prodigiosa memoria. Para aquella Cuba, la salud era primordial: un pueblo enfermo nada produce. De ahí su bien planeada política pública siempre acompasada con la investigación médica asombrosamente exitosa.
Traigo a colación este recuerdo por la actualidad del tema en nuestro México: la desaparición del Seguro Popular y su remplazo por el Insabi, fruto de ese prurito del mandamás tabasqueño de demoler el pasado y querer reinventarlo aunque no sepa ni cómo ni por dónde. Sólo afán de singularizarse. Y pienso en la diferencia abismal entre Julio Frenk, artífice del Seguro Popular, un experto serio, reflexivo, y un tal Juan Antonio Ferrer, arqueólogo tabasqueño amigo, claro está, del señor López, que no tiene idea de nada, ni siquiera de cuánto cuesta una jeringa o una sábana hospitalaria. De ahí, la justa crítica de Carlos Urzúa, otrora secretario de Hacienda: es correcta la universalización de los servicios de salud, pero el diseño carece de sustento normativo, financiero y operativo. “Una quimera riesgosa”. Nada claro. Y para colmo, en las manos torpes de un ignorante que solo repite la atosigante retórica de su coterráneo. Como quien dice: ‘lo que hace el mono, hace la mona’. Comprendo, en este sentido, la resistencia de algunas entidades a someterse a esta ‘recentralización’ de los servicios de salud, sin que haya de por medio un buen diagnóstico de los resultados del Seguro Popular. Hipócrates, el célebre médico de la Antigüedad sentenciaba: “que tu alimento sea tu única medicina”. Y es verdad: una vida sin una buena alimentación, no es vida. Una política pública que soslaya la prevención nutricional y el ánimo gozoso olvida lo fundamental.
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Sufragio efectivo, no reelección. Respeto a la división de poderes y a los ciudadanos. Sí a la vida y a la libertad de expresión.
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