Los caminos que van del corazón de un hombre al corazón de una mujer son misteriosos. De ese ir y venir nace el enamoramiento, el amor y finalmente el casamiento o la unión estable.
Abraham Bosque
Cuando le preguntamos a Arcadio Baxin porqué se casaba después de 34 años de vivir con doña Juanita nos respondió que se casaba por alegría, porque ya estaba maduro, porque tenía un amor profundo por su pareja y por todo lo que han realizado juntos en estos años: su familia, su casa, sus parcelas y toda una vida consagrada a la música tradicional del sotavento veracruzano, el son jarocho.
Fruto de esta unión la familia Baxin Cagal hoy es un referente dentro de la tradición jaranera tuxtleca. Esta familia se caracteriza musicalmente por conservar un estilo campesino muy propio, por ejecutar sones que en otras regiones ya han desaparecido o están en desuso. Son tesoreros de una tradición oral que se manifiesta en el baile, en la poesía y en el canto, elementos que invitan desde esta tradición a comprender la historia como pueblo mexicano, a apropiarse de la identidad y a poner en práctica valores sociales que el son jarocho manifiesta, como la gratitud, la felicidad, la justicia y la amistad.
Fuera de lo musical hay algo que caracteriza con mejor signo a la familia Baxin Cagal, es su calidad humana, su hospitalidad y sencillez. Quienes hemos visitado a esta familia en su comunidad, el Nopal San Andrés Tuxtla Veracruz, somos testigos de su nobleza y generosidad para crear lazos afectivos sin importar que uno esté dentro o fuera del gremio sonero, sea foránea o local. La calidad humana de esta familia trasciende prejuicios y nos revela el valor de compartir la vida y de tejer redes sociales en un contexto de amplia diversidad. Bajo esta escala su calidad para instruir en el son jarocho es la misma, por la que un sin fin de personas de todo el mundo los visitan año con año.
Visitar a los Baxin Cagal en el Nopal es vivir y percibir el son jarocho desde su raíz, en su contexto natural, es comprender a su poesía y a la versada de cada son. Cuando uno ve a las mujeres del Nopal colar el pinole (atole a base de maíz dorado) uno entiende lo que hacen las bailadoras en el tablado cuando ejecutan el son de la María Cirila cuya versada dice:
Afinen, afinen
vayan afinando
sabroso el atole
váyanlo colando
Durante el huapango tuxtleco, en algún pasaje del son de la María Cirila, las mujeres que bailan sobre el tablado hacen una representación de la preparación del pinole, esa bebida tradicional de los Tuxtlas que muy temprano se elaboró para celebrar la unión nupcial de Arcadio Baxin y Juana Cagal.
Arcadio Baxin también nos platicó que desde hace 20 años es muy difícil que una boda se celebre con huapango, o que los novios sean encaminados con música y jaranas, que antes se hacía en gran parte de la región desde la iglesia principal de San Andrés Tuxtla hacia la comunidad de los novios sin importar que estuviera a kilómetros de distancia. Que él podía darse esta oportunidad y lo hacía porque sus hijos respaldaban su gusto, además porque recién regresaba de Francia, donde pudo hacer un ahorro gracias a una serie de conciertos y talleres que tuvo con demás músicos de la región.
“En este viaje lo nombraron el comandante por ser el mayor de todos” recordó su hijo Ricardo Baxin en algún momento de la celebración.
En los Tuxtlas suele nombrarse desde el vocablo náhuatl huapango a la fiesta tradicional del son jarocho a diferencia de otras regiones donde es designada como fandango. En el huapango no hay excepciones, esta fiesta siempre se inicia con el son del siquisiri y muy rara ocasión suele comenzarse con otra pieza.
Esta ocasión fue diferente, los novios quisieron bailar el son de colas para dar apertura al huapango que cesó con el amanecer. Dice Arcadio que en ese momento se sintió pleno porque su esposa, Doña Juanita quiso bailar, que es muy difícil que ella quiera subirse al tablado cuando hay abundantes jaraneros y bastantes bailadoras.
Nuestra cultura se enraíza en los maíces, nuestras fiestas y cocinas también. Se habla de cocinas en plural porque existen tantas como regiones en el país, sin embargo, existen elementos que las unen. La milpa es uno de ellos, la música otro. La milpa es flexible y se adapta a diferentes condiciones geográficas y climáticas, así como la música, las cocinas mexicanas se encuentran allí, en ese pedazo de tierra que nos alimenta y que también alberga y fomenta la biodiversidad.
Mucha de nuestra música también surge de la tierra. Por eso durante los preparativos de una boda las cocineras son acompañadas con música de huapango, para alegrarles el momento y gratificarles el gesto, en ocasiones se nombra huapango de cocineras a la gesta que se da entre la música y la cocina un día antes de la celebración.
Dice Arcadio “si hay boda tiene que haber alegría. Tanto un baile, tanto un fandango, versadores, y todo eso, es alegría para equis persona que se junta o que hace boda, es un gusto de juntarse y estar conviviendo con las amistades”.
Para esta celebración las cocineras hicieron uso del México antiguo, el tatabiguiyayo es un pedacito del alma de la cocina de los Tuxtlas. Imaginamos, igual que la música, que fueron años de prueba y error para que esta receta culinaria tuviera su génesis. La alquimia que se da en la cocina mexicana y en la sierra de los Tuxtlas es única, echa de frutos y especias de estas tierras, donde la hierbas hablan un lenguaje secreto que se expresa cuando el viento sopla, al apretarlas con las manos o al incluirlas en los guisos.
El tatabiguiyayo es uno de esos platillos endémicos, también conocido como caldo rojo, echo de masa de maíz. Los tuxtlecos, en tono de sarcasmo, dicen que es de masa para que quien lo pruebe se sacie y no pida más. Lo cierto es que este platillo es importante y suele cocinarse únicamente en ocasiones especiales, en el acarreo de los niños, bodas y mayordomías. Cuenta una historia que el nombre de tatabiguiyayo viene de la oración Tata dame la mano de tu hija.
De las múltiples actividades que existen dentro de la tradición del son jarocho, sin duda, el huapango para celebrar una unión nupcial (la boda fandanguera como dicen algunos músicos) es de las actividades más bellas. Donde músicos, versadores y quienes bailan suelen poner en el huapango una energía y sentimiento especial, que de cierta manera es contagiado por el amor que une a una pareja, el amor que reúne a familias enteras y a centenares de amigos para elogiar y compartir esta emotividad.
Con el Huapango sobre la madrugada, a punto de concluir, de las ultimas cosas que Arcadio nos comentó (al platicar sobre su familia reunida y el gusto que siente de ver que personas de otras partes de México y del mundo aprendan su tradición y valoren una actividad que ya no suele realizarse) fue:
“Nuestra boda y música es un orgullo y un gusto, porque le damos importancia para que nuestros hijos se den cuenta qué cosa fue antes y qué cosa es horita. Y de que la mujer de uno también es un valor para uno como pareja, porque principalmente a mí me llena de orgullo porque le demuestro a mi esposa de que no fue en el tiempo en que nos juntamos, pero en ciertos años se pueden hacer las cosas, con calma se hacen las cosas mientras uno esté en vida; porque ya después de muertos uno ya no hace nada”.
(Foto: Abraham Bosque)
Categoría: Nacional |
Etiquetas:
No hay etiquetas asociadas a éste artículo. |
Vistas: 157 |