2020-01-14-confesiones-de-turista-11

Confesiones de turista 15

Artesano gastronómico 

Cooking is a craft, I like to think, and a good cook is a craftsman, not an artist.-Anthony Bourdain 

Un viajero amante del mundo y sus extravagancias, es diferente de aquel considerado un turista, la excentricidad apreciada por ellos es proporcional a lo que dice Pitol refiriéndose a Gogol con sus obras literarias, mencionando que un escritor debe de ser novedoso atreviéndose a probar senderos poco transitados. Eso le permite apreciar enteramente lo que lo rodea para crear mundos fascinantes. Un viajero entonces es un andariego excéntrico, vive lo que ve, toca y escucha, se convierte en parte de ello y jamás, lo aseguro, será un turista. 

Aranxa Albarrán Solleiro 

Mi alma me convoca constantemente a enfrentar pasajes no comunes, así que un martes quise regocijarme de manos gastronómicas que sustentan la riqueza de nuestro Estado. El Estado de México como bien lo he dicho, es magno, en él podemos encontrar sabores que nos transporten a dimensiones fantásticas. La incorporación de alimentos como las hierbas, los animales exóticos y los granos como el maíz, convierten a sus alimentos en únicos apreciados por los paladares que se dicen eruditos del tema. 

Sin embargo, para conseguir una creación exquisita, se debe de pasar por el filtro de unas manos que se vuelven artesanas del sabor. Podemos ser críticos de un esplendoroso chorizo con los condimentos adecuados como el cacahuate, las pasas y el chile pasilla que cautivan sumamente la papila gustativa de cualquiera o de un suculento entomatado de res que siempre, en voz de los mejores cocineros, se debe de elaborar con el tomate más ácido, del casi amarillito porque los otros de color más intenso, echarían a perder la peculiaridad del platillo. No obstante, nada funcionaría ni resultaría apetitoso, si no tuviera contiguamente el talento y delicadeza, lo recalco, de las manos de un amante de la comida, en otros términos: un cocinero. 

Cinco de la mañana marcan cada amanecer para aventurarse a su jornada, el estremecer del frío por las mañanas se penetra entre sus huesos y avanza cautelosamente hacía un mundo con aspecto de festival por sus colores, sonidos y olores, la central de abastos de la ciudad. Kilos colmados de verduras, frutas y cereales. <<Le puedo dar del chile más picosito, ándele, usted que ya es de nuestros clientes y ya sabe que le doy el pilón en sus seis kilitos de naranja.>> Revisa su lista y también su bolsillo para asegurarse que hoy no fallará comprando todo lo escrito en su listado. <<A ver pues, deme ocho kilos de jitomate, cuatro de cebolla y tres del chile picosito que tanto me dice, si me sale “mariconcillo” le vengo a reclamar, ¿eh, Doña?>> Después de eso, el cargamento en la cajuela está listo para llegar al recinto artesanal. 

Siete de la mañana, se pone la filipina que empodera sin remedio sus habilidades y sonriente, coloca la mejor música para comenzar con el desmedido bombardeo de los meseros pidiéndole las órdenes de los comensales que hambrientos, desean comerse al mundo. Aceite al sartén, dos huevos se convierten en perfecta sintonía para acompañar al chile que compró hace dos horas, cebolla, sal, pimienta y corazón, extremo corazón para la creación, un poco de frijoles recién refritos y queso cotija, dos totopos colocados a manera de culminación para captar con fotografía su belleza emanada y sale la primer comanda.  

Los mejores chilaquiles indudablemente, con porciones benevolentes -a elección- de carne, pollo o huevo sobre esa cama de crema suave, queso, mucho queso, salsa verde o roja deliciosamente picosa y otro poco nuevamente de aquellos frijoles que jamás pierden su deleite. El primer bocado te lleva a una nube del cielo mientras un mesero te sirve café con el color deseado y el sabor exacto. <<¿Todo bien?>> Le pregunta a sus clientes cuando las turbulentas peticiones aminoran. Y ellos con mordidas en las galletas de mantequilla hechas por la repostera del restaurante, le responden: <<Todo bien, ¡muy rico! ¡Felicidades!>> Se arremanga, camina a su mejor laboratorio de creaciones y continúa encantando a todos. “El Buen Café” es su refugio, se encuentra en la calle Matamoros y es por supuesto, necesario visitarlo. Gracias Alejandro. 

Confesiones en Twitter: @aranx_solleiro, Instagram: @arasolleiro y https://everywherematters.blogspot.com/  

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