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“El Faro”: una espiral introspectiva en el cine moderno

A lo largo del folclor y de la historia de la humanidad la luz ha simbolizado la respuesta al extravío, el alivio al terror de la noche, el final del túnel, el calor acogedor ante la frialdad tempestuosa, en pocas palabras: la solución a todo.  

Jorge Rojas 

¿Pero qué sucede cuando la luz no es precisamente eso? ¿qué sucede cuando los paradigmas culturales son invertidos? ¿qué sucede cuando la luz desvela accidentalmente todo aquello que hemos dejado a propósito en penumbras? El Faro pone en duda esta idea ilusoria de estabilidad mediante una espiral introspectiva que pareciera infinita, sin embargo, lo es. 

La introducción a la cinta es ensordecedora, literalmente, ya que lo único perceptible es una sirena que transmite la necesidad de precaución ante la proximidad, lo cual no es casualidad. Sin más detalles, las primeras escenas contextualizan lo suficiente para saber de qué va la proyección: es una cinta de época protagonizada por dos cuidadores de faros, uno veterano (Willem Dafoe) y otro novato (Robert Pattinson) cuyas personalidades y situaciones contrastan. 

La intimidad se respira desde los encuadres, los espacios y los diálogos, no obstante, es una intimidad que desorienta, incomoda y confunde tanto al espectador como a los personajes. Hay pocas tomas que son abiertas en el exterior, pero cuando las hay impera el caos por lo que salir no es una opción.  

El ambiente se va energizando con temas sobrenaturales, el frágil equilibrio inicial se tambalea a la par de la tempestad climática y narrativa. La atención a los detalles es abrumadora, los personajes usan jerga de la época, el vestuario es auténticamente funcional, la escenografía, junto con el formato, no pudieron haber sido más adecuados y la fotografía es sublime.  

Como consecuencia de lo mencionado anteriormente, la inmersión absoluta es inevitable al igual que olvidar por completo el currículum que hay detrás de cada uno de los actores indicando la calidad multidisciplinaria del montaje.  

Sumergirse junto con los personajes es una experiencia reflexiva en donde te hace preguntar hasta qué punto la estulticia, voluntaria e involuntaria, mantiene la cordura humana. Sin más rodeos sólo queda la invitación a que experimenten por cuenta propia la luz y la mar. De esta manera ustedes decidirán qué tanta profundidad abarcará la espiral. 

(Foto: Redes) 

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