Innovar o morir o innovar y morir. ¿Qué les parece más común?
En los últimos años algunas palabras han tomado mayor relevancia en las expresiones comunes del día a día, una de ellas es el término #innovación. De acuerdo con Google Trends, la búsqueda digital de la palabra en América Latina se incrementó en 130% en 2019 comparativamente con 2018. Su uso cotidiano supone cambiar para mejorar un proceso, garantizando éxito a partir de la mejora; en otros casos se asocia con un proceso de automatización que lleva también a lograr mejores resultados.
En ambos casos la innovación se entiende como el aseguramiento del éxito provocado por el cambio en la forma de trabajar dentro de la organización. Ambas formas de concebirla van a más allá de la definición que tiene en el diccionario de la RAE, donde se concibe solamente como “la creación o modificación de un producto, y su introducción en un mercado”.
Sin embargo, la apuesta por la innovación es propiamente la tumba para muchas organizaciones que hacen muy bien su trabajo, pero qué en un afán de encontrar mejores resultados, se embarcan en procesos absurdos de cambio que las llevan a perder lo verdaderamente valioso para ellas: Lo que sabían hacer bien y las llevó al éxito.
También se piensa confusamente que las empresas tecnológicas como Google, Facebook o Amazon son una mina de innovación, que han transformado el mercado de los negocios digitales, cuando en realidad han perfeccionado cada vez más su negocio incorporando innovaciones incrementales que no cambian en esencia el sentido del negocio desde que lo iniciaron. Por ejemplo, Facebook desde siempre ofrece el servicio de interactuar con amigos, sólo que ahora se puede hacer no solo a través de su mecanismo normal de posteos, dado que mejoró la interacción hace algunos años a través con su aplicación Messenger, y más recientemente, ha incorporado mayor dinamismo a la plataforma con un contenido de “historias”, que logra captar mayor atención del segmento de población centeniall que se está incorporando al uso de la plataforma.
Innovar puede llevar al fracaso si no se toma como un proyecto complementario al negocio, -como lo han demostrado los grandes empresarios-.
Existe un texto bastante certero sobre el costo de la innovación, se llama “El Fabricante de Helados”, donde su autor, Subir Chowdhury, relata la historia de una compañía que estaba enfocada en “innovar” cada tiempo muy corto un nuevo sabor de helado en el afán de mantenerse en la preferencia del mercado, para lo que destinaba cada vez mayores recursos. Desafortunadamente, una vez que el nuevo sabor salía al mercado, inmediatamente era copiado y aparecía en el menú de la competencia. Prácticamente la empresa de helados siempre operaba con bajas utilidades, mientras que la competencia ganaba dinero a partir de copiar los nuevos sabores.
En estricto sentido, lo que genera el éxito corporativo no está tanto en la innovación, cómo si lo está en la calidad de los productos y servicios que se ofrecen, prueba de ello es que las empresas de servicio cada vez ponen mayor atención en garantizar que la experiencia de los clientes se encuentre en recibir las mismas prestaciones sin variación alguna, estableciendo controles estrictos para lograr mayor identificación en el mercado.
La moraleja -si se puede llamar así-, es que primero hay que continuar realizando muy bien lo que hacemos, y posteriormente embarcarnos en innovar, porque si no tenemos cuidado ahí se nos puede ir el negocio.
*Consultor en Gobernova
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