El eslabón más débil del T-MEC
Así como el Imperio Británico terminó por difuminarse en el siglo pasado, dando paso, luego del fin de la Segunda Guerra Mundial, al surgimiento de dos grandes poderes hegemónicos, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los Estados Unidos de América (EE. UU.), con modelos sociales, económicos y políticos antagonistas; tras el término de la Guerra Fría, con la caída del muro que dividió a Berlín durante décadas, un nuevo modelo ha comenzado a conformarse, en el que modernas potencias han comenzado su surgimiento, entre éstas la Comunidad Económica Europea, la gigantesca China, Norteamérica y, para muy pronto, la India. Estas nuevas enormes potencias económicas basarán su poderío en su capacidad para volverse competitivas frente a las demás regiones y, para ello, deberán integrar perfectamente sus intereses alrededor de asuntos clave, como la explotación de sus recursos naturales, la educación y salud de sus poblaciones, y muchos otros.
México, como acaban de recordarnos esta semana con la firma del convenio modificatorio del Tratado entre Estados Unidos, México y Canadá, el T- MEC, forma parte de una región que busca la hegemonía en este nuevo entorno geopolítico, la de Norteamérica, lo que significa que necesitamos asimilar esta realidad y trabajar aceleradamente para lograr una integración adecuada con EE. UU. y Canadá. Pero para que esta integración pueda llevarse a cabo, de manera que la población mexicana obtenga un beneficio a la par del de nuestros socios comerciales, debe avanzarse de manera sistemática, en aspectos como la disminución de la desigualdad social, el aumento del nivel educativo de nuestros jóvenes, y la mejora en la calidad de los servicios de salud pública que recibe. Sólo una sociedad saludable, física y mentalmente, y bien educada, con capacidad creativa y de innovación, podrá aumentar sus niveles de competitividad, prescindiendo del perjuicio que hasta ahora le han representado los salarios bajos. Ante el cambio tecnológico y social que representa la llegada de la Industria 4.0, la cuarta revolución industrial, los trabajadores deberán desarrollar capacidades para modificar y acrecentar permanentemente sus competencias laborales, que les permitan adaptarse a nuevos empleos; ser motores del cambio en sus puestos de trabajo; generadores de innovación para sus empresas; productores de ideas, que será casi lo único en lo que la automatización no alcanzará a competir con los humanos.
Pero conforme a los resultados del 2018 del Programme for International Students Assessment, conocido como el programa PISA, el reto de México es enorme. El sistema educativo mexicano requiere mejorar para proveer a los estudiantes con las herramientas básicas de comprensión y raciocinio. De entre todos los países que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, la OCDE, México permanece en niveles inferiores al promedio, en capacidades de lectura, matemáticas y ciencias. Apenas un 1 % de nuestros estudiantes alcanzan niveles competitivos, mientras que más de una tercera parte (35 %), se encuentran prácticamente desprovistos de estas habilidades. Si México desea contar con una fuerza productiva que pueda acceder a mejores salarios, es urgente dotar a nuestros jóvenes con estas competencias básicas, que les ayuden a acercarse a mejores posiciones de empleo para que, con esto, efectivamente obtengan una disminución de la desigualdad y un aumento en sus niveles de vida y bienestar.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
e.rosas@prodigy.net.mx
Twitter: @DrEricRosas
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