El milagro de la vida…
Muy estimado(a) lector(a)!! Le saludo con la alegría que me produce hacerlo en cada edición, para desearle toda clase de bendiciones para usted y para su apreciable familia. Asimismo, agradezco el tiempo y el espacio que en su día dedica a la lectura de la presente edición. Le comparto, querido(a) lector(a) el enorme regocijo que como familia nos embarga al haber sido recientemente bendecidos con la llegada de un par de gemelitos que Dios le ha regalado a nuestro hijo y que, al observarlos, no podemos más que sentirnos plenamente bendecidos y agradecidos con el Creador por manifestarse de tal modo. De tal suerte que, el día de hoy dedicaremos la columna al milagro que la vida representa.
Comenzaremos haciendo una reflexión sobre el significado que la vida tiene como el “Don”, como el regalo que todos hemos recibido amorosamente otorgado por Dios, nuestro Padre, quien es el Dueño de nuestra vida y quien nos ha creado como seres únicos e irrepetibles, a cada uno de nosotros.
Cuando en la vida familiar vivimos la hermosa experiencia de recibir el regalo de la vida, a través de la llegada de los hijos o de los nietos, podemos confirmar que es justamente ahí, en la familia, como comunidad de amor y vida, el espacio en el cual la vida se gesta, se acoge, se recibe y se respeta, con la dignidad que le es propia y que le corresponde.
Un profundo respeto al don de la vida es cimiento de la verdadera paz y seguridad. Sin embargo, vemos con tristeza como, día a día se multiplica la cantidad de personas que no saben apreciar la vida y la ven y la tratan como si fuera algo que no tiene mucho valor. Y advertimos con dolor que, cada día, muchas personas intentan quitarse la vida y otras más la tratan como si se pudiera conseguir en cada esquina.
Desde ésta perspectiva, detengámonos por un momento a considerar el hecho de que, los hombres pueden quitar la vida matando pero, ningún hombre puede devolver la vida una vez que se ha ido. Deberíamos por tanto, mostrar respeto a la vida como obligación sagrada al Dador de la vida pues Él es la fuente de la vida, que creó al hombre pero también porque ha permitido que la humanidad haya continuado y permanecido hasta ahora y, que ha suministrado los medios para sustentar la vida.
Ahora bien, ¿no deberíamos entonces respetar seriamente la vida como el más grande regalo que hemos recibido?......y, ¿cómo podríamos hacerlo?.....Entre otras cosas, en uso de nuestra libertad, podríamos elegir no unirnos a quienes, simplemente por entretenimiento, alimentan la mente y el corazón con programas y series televisivas que presentan la violencia como tema principal pues, aceptar dicha violencia como entretenimiento ha endurecido e insensibilizado el corazón de muchas personas en cuanto al respeto a la vida misma…, al sufrimiento humano y a la pérdida de la vida. Aunado a esto, el excesivo uso de la tecnología que desde la niñez se propicia. Factores ambos, entre otros, que favorecen que niños, jóvenes y adultos aprendamos y nos acostumbremos a vivir tan solo en el presente, en la inmediatez también favorecida por las mismas circunstancias, mostrando poco interés en el propio bien-ser y verdadero bienestar presente y futuro… y el de toda otra persona.
No obstante, si nos detenemos en nuestra loca carrera y le damos espacio a la gratitud….. como memoria del corazón, podremos entonces cultivar el aprecio por la vida, con la repercusión en la manera en que veamos y utilicemos nuestra vida y hasta en la forma en que veamos y tratemos a las demás personas, así como, considerar también a los que aún no han nacido.
En éste sentido, la Madre Teresa de Calcuta hizo algunas declaraciones y escribió….”La vida es una aventura, entonces……disfrútala”; La vida es suerte, entonces……tómala; La vida es demasiado preciosa, entonces…..no la destruyas; La vida es la vida, entonces…..peléala!!!
Ella, diminuta mujer, supo darle valor a la vida y no sólo cuidó la suya sino, la de los leprosos que morían en La India.
Luego entonces querido(a) lector(a)….resulta un tema prioritario en la vida familiar, ponderar y educar el respeto a la vida, el don más preciado del que todos y cada uno gozamos , considerando desde luego, el respeto a la dignidad de la persona, así como las virtudes, que son hábitos operativos buenos, que coadyuvan a que, cada miembro de la familia desarrolle la capacidad de valorar la propia vida y la de los demás, como cimiento de la verdadera paz y seguridad. Contribuyendo así, desde cada familia, a la reconstrucción del tejido social a fin de que se favorezca y priorice el amor y el respeto en lugar de la indiferencia y la violencia que privan en la sociedad actual.
Y…..Hasta la próxima, querido(a) lector
Nos encontramos en orientafam.lbd@gmail.com
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