Esquiroles de la ciencia
La comunidad científica mexicana ha vivido en los once meses más recientes, un vendaval que ha comenzado a erosionar sus cimientos, dividiéndola en total apego a los consejos plasmados por Nicolás de Maquiavelo. Muchos ataques han sido lanzados hacia diferentes ámbitos del sector, por la nueva administración del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), que encabeza la bióloga descriptiva Maria Elena Álvarez-Buylla Roces. Hasta hace unos meses, sus acciones desconcertantes hicieron pensar a los miembros de esta letrada comunidad, que el azar se debía a una simple falta de experiencia administrativa; sin embargo, con el transcurso del tiempo, las maquiavélicas intenciones poco a poco comienzan a embonar en un atemorizante rompecabezas electorero.
Linchar mediáticamente a algunos directores de los Centros Públicos de Investigación coordinados por la dependencia, para reemplazarlos con súbditos obedientes que, bajo circunstancias diferentes, jamás podrían haber ocupado tales encargos; retirar fondos hasta de los programas más nobles, como el de apoyo a los estudiantes de posgrado en el extranjero; y hasta inmiscuirse en la organización independiente de las comisiones de evaluación del Sistema Nacional de Investigadores (SNI); son acciones orquestadas con un único y perverso fin: apropiarse de las estructuras clientelares que fueron construidas durante décadas por los gobiernos anteriores. Esta operación con fines puramente electorales, que se repite como fractal desde la cúpula del Poder Ejecutivo Federal y se filtra como humedad reblandeciendo todas las instituciones, se hace de una manera acelerada y, a veces, incluso sin poner atención a las formas y pisoteando la legalidad, como ha quedado develado ante la opinión pública en más de una oportunidad.
La utilización indiscriminada de la figura de asignación directa en las adquisiciones programadas; la arrogación, por parte de la directora general, de la toma de decisiones que corresponden al Consejo Directivo del CONACyT; y la reciente destitución del profesor Antonio Lazcano Araujo Reyes como miembro de la Comisión Evaluadora del Área II del SNI; son evidencia del autoritarismo e ilegalidad que se han convertido en el modus operandi en la conducción del CONACyT. A la directora de la dependencia, no sólo parece no importarle el marco legal que delimita sus funciones, sino que su transgresión sistemática muestra una nítida estrategia para poner contra las cuerdas a sus adversarios ideológicos, y en esas circunstancias, obligarlos a aceptar ofertas que no puedan rechazar.
Similares conductas se sufrieron por los colegas venezolanos a inicios de la década pasada. La consecuencia fue la creación de estructuras paralelas a las ya existentes y que eran administradas por los propios científicos, en actividades como la certificación de sus habilidades, la calificación de sus productos – artículos científicos publicados y alumnos graduados –, la aprobación de proyectos, la asignación de fondos, etc. Las nuevas estructuras, dirigidas por esquiroles de la ciencia, comenzaron a recibir de pronto todos los recursos; mientras que las antiguas instituciones quedaban sin los mismos e inundados por un continuo torrente de descrédito. Tampoco en Venezuela importó el apego a la legalidad. De pronto, los científicos comenzaron emigrar y el país sudamericano se quedó con aquellos de cuestionable mérito académico, pero asegurada sumisión partidista.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
e.rosas@prodigy.net.mx
Twitter: @DrEricRosas
(Foto: Redes)
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