La mujer en la sociedad actual…
Muy estimado(a) lector(a)!!!!... Le saludo con el gusto que lo hago en cada edición, para desearle lo mejor a usted y a su apreciable familia. Desde luego, agradeciendo el tiempo y espacio que en su breviario dedica a la lectura de la presente columna que, como puede apreciar, en ésta ocasión estará dedicada al papel de la mujer en la sociedad actual.
Es claro que “una sociedad sana necesita de familias sanas”……Sabemos que la salud y la felicidad de toda sociedad está cimentada en las familias. Asimismo, leí en una ocasión que es la mujer esa especie de lámpara luminosa en el núcleo familiar. El carisma femenino, por su propia naturaleza, es capaz de otorgar interioridad a la vida familiar. Tratemos de recordar qué entendemos por interioridad… Algunos autores nos hablan de que ésta consiste en “hacer de la vida espiritual un material de crecimiento”.
Si nos detenemos a reflexionar sobre dichas características, llegaremos a la conclusión de que es la mujer, que por su propia naturaleza, es capaz de llenar su hogar del cariño, de la dulzura, de la calidez, de la misma interioridad que se requiere para que la vida familiar cuente con un cimiento fuerte que sostenga la construcción de la convivencia armónica y amorosa en la cual cada miembro pueda sentirse motivado para una coexistencia y así, propiciar un diálogo primeramente entre la pareja de esposos, para que entonces se derrame en la dinámica entre hermanos y de ellos hacia los padres, y de los padres con los hijos, sin dejar de lado la elocuencia del carisma masculino, también de gran importancia, pues de acuerdo a su propia naturaleza otorga identidad, liderazgo, y da fuerza para construir una dinámica de aceptación y respeto mutuos, encaminados siempre hacia la experiencia del amor incondicional….., al cual nos referimos en la pasada edición.
Algunos autores han señalado que, debido a los especiales roles que la mujer tiene en el sistema de la creación, está equipada con capitales internos muy valiosos y si nos percatamos, a lo largo de la historia de la humanidad, podemos corroborar que la sociedad requiere de dichos valores para desarrollarse. Todo lo cual abona para lograr que la vida interior de cada integrante de la familia se constituya un verdadero material de crecimiento.
Atender la espiritualidad se establece como pilar fundamental en el proceso de la educación en la vida familiar pues, en la medida en que la persona se descubre a sí misma para auto-conocerse, contará con las herramientas básicas para la construcción de su propia vida. Y es, desde luego el amor, el hilo conductor que favorece dicho proceso desde la infancia.
De tal manera que, si observamos lo que sucede a nuestro alrededor en la actualidad, podremos constatar que, hoy por hoy, en la vida social se prioriza el éxito personal y económico a partir de criterios egoístas, materialistas, hedonistas, individualistas, en la constante búsqueda de status social con el fin de lograr empoderamientos suficientemente competitivos……….Nada más alejado del cultivo de la vida interior.
En éste sentido, es evidente que para clarificar los valores que cada familia elige para educar en sus miembros se requiere tiempo y presencia. Pues, no debemos olvidar que es muy cierto que, es el propio testimonio de vida lo que al final de cuentas logrará impactar en la vida de los hijos. Es el tiempo compartido el que permitirá que los hijos elaboren criterios de actuación para su vida futura, a través de lo que ellos aprendan y aprehendan a partir del proceder cotidiano que ellos observen en sus propios padres.
San Juan Pablo II, al referirse a la mujer en el Angelus del día 14 de agosto del año 1994 subrayó que, tal como había escrito en la carta apostólica Mulieris dignitatem, se puede decir que, mediante la maternidad, Dios ha confiado de modo muy especial el ser humano a la mujer. Por tal razón, a la mujer le corresponde una tarea de suma importancia en la salvaguarda de la vida humana desde su concepción. Por tanto…. ¿quién…., mejor que una madre….., conoce el milagro de la vida que nace en su seno?......
Tal meditación nos conduce irremediablemente a recapitular sobre la misión que a la mujer le ha sido encomendada en la construcción del mundo al cual hemos sido llamados a la existencia y que, a través de nuestro paso por él se nos confía también la inteligencia, la voluntad y la libertad a fin de que seamos capaces de dejar una huella que contribuya a la mejora de la humanidad y para lograrlo, resulta de enorme relevancia una experiencia familiar que haya favorecido el cultivo de la vida interior a través de la vivencia de valores en el mismo núcleo de la familia.
Y…..Hasta la próxima, querido(a) lector(a) ¡!!!!
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