La semana pasada se hizo público el balance financiero para el trimestre de julio a septiembre de este año, que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) entregó a la Bolsa Mexicana de Valores. El informe señala que la CFE alcanzó una utilidad neta de 5 mil 29 millones de pesos mexicanos, lo que representa una caída de aproximadamente el 73 %, respecto al resultado reportado en 2018 para el mismo trimestre. Y aunque aún queda un trimestre de este 2019, para poder evaluar el desempeño financiero anual de esta empresa “productiva” del Estado Mexicano, la pérdida señalada es ya una muestra evidente de la desaceleración en la actividad industrial, que por ello requiere consumir menor cantidad de energía.
Innova o sucumbe
Sin embargo, la desaceleración económica que está experimentando nuestro país luego de estos primeros once meses de la nueva administración federal, puede ser sólo la gota que derrame el vaso en la caída de la rentabilidad de la CFE. El trasfondo, como también sucede con Petróleos Mexicanos (PEMEX), es que ambas empresas son nada competitivas. Durante varias décadas, los sindicatos de estas dos empresas lograron acumular para sus agremiados una enorme cantidad de beneficios, que han terminado por imponerles pasivos laborales que difícilmente podrán superar. Este cuantioso gasto social de CFE y también de PEMEX, se realizó a costa de suprimir la inversión en materia tecnológica, que necesitaba haberse privilegiado por las compañías para mantenerse en niveles competitivos y prepararse así para los cambios de tendencias tecnológicas que ahora ya las han alcanzado. Sus negocios pertenecen a una época tecnológica que está siendo superada. Y nunca en sus muchos años de operación, el Instituto Mexicano del Petróleo ni el Instituto de Investigaciones Eléctricas, recibieron la atención central y estratégica que hubiera podido ayudar a CFE y PEMEX, a prepararse para la innovación en el sector energético y para afrontar el problema del cambio climático.
No es la primera ocasión en la historia de la humanidad, que un cambio tecnológico deja fuera del mercado a alguna industria. Las tendencias tecnológicas cambian y así debe ser, pues precisamente en eso consiste la innovación. Recientemente hemos visto como la telefonía fija prácticamente ha desaparecido de los países más desarrollados. Incluso en México, el grueso de la población sólo ocupa un teléfono fijo cuando así lo requiere en su lugar de trabajo, pero el mayor tránsito de las telecomunicaciones se tiene ahora en las líneas de telefonía móvil, y esta tendencia terminará por desaparecer el negocio del que durante años vivieron las empresas de telefonía fija. Un caso similar, reciente aún, pero que cada vez menos recuerdan, es el cierre de la empresa de telégrafos en los Estados Unidos de América.
La innovación sólo se mueve en un sentido, hacia el futuro y el avance tecnológico, nunca en retroceso. Los nuevos modelos de negocio en sectores como el del hospedaje o el del transporte, terminarán también superando a las actuales prácticas, que cada vez resultan más obsoletas. Lo importante es entender que eso es así y no hay otro remedio, más que adaptarse, mutar, evolucionar. Las prácticas gremiales que únicamente buscan mantener estados de confort u obtener privilegios a cambio de servir como bases electorales, y dejan de innovar, terminan por convertirse en lastres de la economía y del avance social, y por ello no tendrán cabida en las economías innovadoras y competitivas que liderarán en el siglo XXI.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
e.rosas@prodigy.net.mx
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