Réquiem por el Canal Once
Eric Rosas
Fue en 1936 cuando el presidente de México de ese entonces, el general Lázaro Cárdenas del Río, ordenó la cristalización de los postulados de la Revolución Mexicana en materia educativa, mediante la creación de un instituto que pudiera servir como motor de un desarrollo igualitario para el país. Así nació el Instituto Politécnico Nacional, una escuela de educación superior que, desde hace más de ochenta años, ha buscado industrializar a la nación, al mismo tiempo que ofrecer alternativas educativas para todos aquellos que las desean, sin importar su condición económica.
El Instituto Politécnico Nacional, cuyo lema reza “La técnica al servicio de la patria”, se ha convertido en estas ocho décadas en una institución sólida y respetada por la gente de ciencia del mundo entero. Prestigio que ha ganado gracias a los numerosos profesionales que ha formado en todas las disciplinas científicas y tecnológicas, así como a las muchas otras instituciones de la mayor trascendencia para la investigación científica y el desarrollo tecnológico de México, que a lo largo del tiempo ha dado a luz, como el Centro de Investigación y Estudios Avanzados o el propio Centro Nacional de Metrología.
Su Canal Once también había servido como un incuestionable instrumento para la comunicación del quehacer del Instituto Politécnico Nacional y para la difusión de los logros científicos y tecnológicos conseguidos en México y allende nuestras fronteras. Había sido siempre una voz ecuánime, seria, profesional, académica y ajena a la propaganda. Pero desde hace unos días esa imagen prístina ha sido puesta en entredicho por un desatino de lo más torpe. En un programa conducido por John M. Ackerman, quien ha comenzado a ser apodado como “El Goebbels del Cuarto Reich”, una ideologizada fémina absolutamente desconocida en el entorno académico, científico y tecnológico de nuestro país, apareció en escena incitando a la audiencia presente y a distancia, a prescindir de la ciencia porque, en su trasnochada opinión, “ha causado más males que bienes a la humanidad”.
Lo primero que llama la atención del circunloquio de la oradora es su aberrante confusión entre ciencia y tecnología. Pues, parafraseando a un muy popular cantante mexicano, recientemente acecido: “Y es que ciencia y tecnología no es igual…” Ciencia es la actividad humana que busca el conocimiento con la única finalidad de saber más acerca de la condición humana y su entorno, mientras que la tecnología es el aprovechamiento del conocimiento para resolver problemáticas existentes y mejorar la condición de la vida de las personas.
La ciencia intenta dilucidar interrogantes que son fundamentales y comunes para las personas de todas las culturas e idiosincrasias. La ciencia se ocupa por saber qué es el universo, de qué está formado, qué es la vida, por qué los humanos tenemos conciencia (aunque dadas las evidencias, parece que no todos), cómo comenzó la vida en el universo, qué tanto podemos interactuar con la naturaleza, y otras que de manera lógica derivan de estas grandes dudas, que han ocupado a las mentes más grandes de la humanidad a lo largo de miles de años y a través de todas las civilizaciones que han habitado nuestro mundo en todas las latitudes y las muy diferentes épocas. La ciencia es inocua y ajena a las intenciones buenas o malas de quienes transforman su legado en técnicas o tecnología. La ciencia no busca beneficiar corrientes políticas ni ideológicas, ya sean honestas o torcidas; ni es responsable del uso adoctrinador que algún gobierno intente darle para su mezquino beneficio.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
e.rosas@prodigy.net.mx
Twitter: @DrEricRosas
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