Eric Rosas
Proyecto 2024-2030 para CTI
La directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), la bióloga María Elena Álvarez-Buylla Roces, parece haber logrado cumplir con la encomienda que recibió cuando la nombraron como titular de la dependencia: someter a la comunidad científica de México, pues en las últimas semanas las expresiones de inconformidad de la academia han ido disminuyendo en frecuencia y en intensidad, quizá ante el cansancio acumulado por los investigadores del país, que han visto como una tras otra, sus quejas y demandas han sido ignoradas por el primer mandatario, único funcionario con la facultad para remover a la servidora pública.
A pesar de que en su momento tanto la Comisión de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Cámara de Diputados, como hace unas semanas también la Comisión de Ciencia y Tecnología de la de senadores, citaron a comparecer a la doctora Álvarez-Buylla, ese poder no puede retirarla de la dirección general del CONACyT y, por ello, la funcionaria se dio el lujo de ignorar ambas invitaciones y los legisladores han tenido que tragarse esta humillante falta de respeto; optando por bajarle la intensidad al tema hasta que éste se diluya ante el surgimiento de nuevos asuntos que acaparen el interés de la prensa.
Los legisladores tampoco han podido ayudar en nada al sector académico en cuanto a la mejora del marco legal para la ciencia, la tecnología y la innovación. La confrontación entre las alianzas oficialista y opositora ha llevado a un impase en este tema, precisamente en la coyuntura de un mandato legal para generar una Ley General de Ciencias y Tecnología que debió haberse cumplimentado desde hace varios meses, pero que, por una parte, enfrenta a la propuesta retrógrada elaborada por la titular del CONACyT en la soledad de su ideologizada mente, y por la otra a una serie de iniciativas nada propositivas anunciadas por otros actores. Ninguna de la cual ofrece la evolución real que requiere el sector para que nuestra economía pueda enfrentar los retos en las décadas venideras.
En este entorno revuelto, el único beneficiario es el proyecto estatista del presidente López, pues le permite generar el ruido perfecto para desviar la atención de la academia del marasmo en el que se encuentra y del acaparamiento excesivo de los recursos otrora destinados a generar conocimiento nuevo y desarrollar tecnologías. A poco más de dos años de la conclusión de esta administración, ya parece muy complicado que algo del daño causado por la directora del CONACyT pueda revertirse. No será posible recuperar la tendencia de crecimiento en el otorgamiento de becas de posgrado, ni regresar a la meritocracia en los procesos de evaluación del Sistema Nacional de Investigadores, o reestablecer la independencia de investigación en los Centros Públicos de Investigación.
Pero lo que sí es posible todavía, es que el desmantelamiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación se profundice aún más. Es ante esta realidad que la comunidad académica de México tendrá que decidir pronto si realmente desea participar en el diseño de una nueva estructura que evite esas zonas grises entre la ciencia, la tecnología y la innovación hasta ahora utilizadas por gobierno e investigadores para culparse unos a otros de la falta de resultados. Conviene que los científicos, tecnólogos y empresarios mexicanos se reúnan a dialogar para que se construya pronto un proyecto para el sector, que pueda ser abanderado por quien sea que llegase a ocupar la titularidad del Gobierno de México en el 2024.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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