17/May/2024
Portal, Diario del Estado de México

Bienvenidos a la raza humana

Fecha de publicación:

Sergio Ernesto Ríos

Mientras los monitos de plástico de la infancia, eternos de metáforas bélicas, alcanzan largos suspiros y un nuevo culto, y su imaginario parece insuperable en coches y marcianos, robots vengadores, misiles, metralletas, ninjas y la premonición de un fin del mundo nuclear. Mientras la violencia chorreante en los medios, México circa 2022, esa amalgama de desaparecidos, ejecuciones, cabezas torturadas, muñones y cuerpos flotantes en las 320 cuencas hidrográficas del país, es siempre ley, debemos resignarnos a que el canto de las sirenas es sólo el canto de las sirenas policiales y ambulancias, ninguna epifanía. ¿Vivir en Edomex deforma nuestras preguntas acerca de la naturaleza del mal? Quiero decir, sólo tener preguntas acerca del mal y nuestro exterminio. Es de ese modo que la narrativa de Alonso Guzmán (Toluca, 1980) recae siempre en imaginar personajes grotescos, punzantes y paródicos: asesinos seriales, pervertidos, caníbales, escritores que en plenos poderes de autoobservación se descubren edípicos y parranderos infernales. En ese punto de colisión arrancan casi todas sus historias y El día de los chacales (instantáneas de dos bastardos) (Grafógrafxs, 2020) no es la excepción. Se me figura una glosa del cine de Tarantino, ¿cuánto hay de Vincent Vega en Tony Vinicio, en su historia de amor con la esposa de Faustulus y cuánto de Marsellus hay en Faustulus, y cuánto de esas charlas banales y metafísicas de Tony con Poquelín recuerdan las de Vincent y Jules Winnfield? Allá el choque cultural (dolorosamente identitario del gringo fuera del gringo) entre las hamburguesas y las papas de la libertad y sus aderezos, recuerden que las papitas con mayonesa significaban el fin de la civilización; acá la voz de KITT y el Cristo Robocop de Paul Verhoeven enmarcan una pregunta abierta sobre el mal, reducida al absurdo de los hombres sin cojones, otra lagrimita al héroe ochentero montado en 240 caballos de fuerza reventando mandíbulas a diestra y siniestra con bobos efectos especiales de plastilina. El mal y sus villanos ridículos, el mal y sus villanos risibles. La indistinción entre bien y mal cortados en la misma hogaza, ¿con qué filo, con qué mano?. Tony Vinicio y Poquelín son antihéroes sí, y también personajes bufos, pertenecen a una dimensión tarantinesca, humor con las tripas de fuera, coreografías persecutorias, lluvia de plomo, su código avieso y esa fidelidad entre psicópatas recuerdan a los yakuzas de Kitano, el acelerador hasta el fondo. Pero algo importante sucede en los libros de Alonso Guzmán, relacionado con su gusto por la literatura clásica, por Esquilo, quizás ahí encontraremos una ruta. La literatura de Alonso Guzmán ensaya una épica, que fatalmente será una y otra vez una épica fallida. En defensa del autor podemos decir que el mundo ya no alcanza para otros lujos. O sí, la historia de Alcmena y Helena, vigías con algo de cíclopes, con algo de felinas en estampida nocturna sellando los destinos en un mundo pesadillesco. Y la prosa es inmejorable, igual que el sentido del humor. Cierro con estos párrafos magistrales a lo Jarry, a lo once mil vergas, felizmente censurable: 

La pólvora y la sangre comenzaron a entonar su mismo eterno discurso y los cuerpos comenzaron a jadear en aquella orgía que se avecinaba. El sexo de la muerte y el coito de la vida; ahí en ese bukake de balas se escucha el jadeo del que comienza al apretar el arma, esa danza que pone el cuerpo a navegar en la arena, la tensión de los dientes. ¡Oh!, qué droga tan fina es la muerte. 

Se escuchaban los silenciosos pasos de los demás, como en una fiesta swinger cuando cada uno llega despacio aun tapándose los huevos. La antesala de la masacre es la antesala del burdel y es en aquella bomba que el cuerpo se siente por fin; cada vena se altera, cada nervio se contrae. 

La óptica inmediata solo provoca una repulsa moral o anodina. En la aceptación de la fatalidad total reside esa voluntad feroz y excesiva de destronar al cuerpo de su servidumbre terrena, ese es el vínculo directo con la literatura clásica, robar el don, robar la visión. La raíz simbólica de la literatura siempre apunta a un sitio para desdoblarnos, imaginar lo que imaginan los dioses, y verter en la escritura eso extra, la cosa que somos cuando somos la escritura. 

El día de los chacales (instantáneas de dos bastardos) (Grafógrafxs, 2020), el libro más reciente de Alonso Guzmán, puede descargarse gratuitamente en grafografxs.uaemex.mx

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