Martha Romero
El cambio de partido de quien aspira a ocupar un puesto de elección popular es un hecho que no es nuevo, porque ha prevalecido a lo largo de la historia; es un mal que desafortunadamente está muy arraigado en la historia de los partidos políticos, y más en los últimos años, señaló Eduardo Rodríguez, profesor de tiempo completo adscrito a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex).
“Lo que estamos observando es oportunismo, transformismo, trapecismo, vaya. Varios conceptos podríamos señalar al respecto y que forman ya parte de nuestra cultura política, lo cual no enriquece en lo más mínimo esa cultura política, a nuestra joven democracia y mucho menos viste a los partidos políticos, porque tienen que ser un referente importante de la pluralidad de la ciudadanía”, resaltó.
Consideró que estas inconformidades pueden generar rupturas, fisuras e irrupciones al interior de los partidos políticos, pero estas son legítimas y naturales, porque las dirigencias de los institutos políticos dan prioridad a sus compromisos e intereses, tanto en el ámbito federal como estatal, situaciones que no los favorecen y mucho menos los fortalecen.
El analista y politólogo resaltó que de no atenderse esta situación puede cobrar factura en algunos municipios, porque los ciudadanos, como se ha observado en las últimas elecciones en el país, han aplicado el “voto de castigo” como una medida de rebelión y que es algo muy merecido por no escuchar a sus militantes.
Ante este panorama añadió que los partidos políticos tienen que ser estructuras sólidas, firmes, cohesionadas y dignamente representativas de estas voces de la sociedad, y por ello tienen una serie de estatutos, documentos básicos, una plataforma común y una ideología que les es afín a quienes forman parte de ellos.
Sin embargo, dijo, si todo lo anterior se rompe, como se dice en el argot académico y coloquial de los partidos políticos, terminan siendo “atrapa todo” de actores políticos que, de no ser favorecidos por sus institutos de origen, sencillamente se les hace fácil emigrar a otro lado, por lo que tiene que regularse celosamente si se quiere fortalecer a las instituciones del Estado Mexicano, como lo son los partidos políticos.
Por último, mencionó que con estas acciones el trabajo, desempeño, trayectoria y el currículum que han formado para tener una digna representación para con las base queda mermado, y entonces es natural que la militancia, los simpatizantes o adherentes terminen dándole la espalda a la dirigencia de ese partido político y, obviamente, emitan un voto de castigo o bien se abstengan de participar en el proceso electoral.
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