Eric Rosas
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4 de marzo de 2024
Recordatorio
El viernes pasado dieron inicio las campañas electorales para la sucesión en la titularidad del Poder Ejecutivo Federal, mismas que concluirán en las postrimerías de mayo, a tan sólo unos días de la jornada del dos de junio en la que los ciudadanos habremos de asistir a las casillas a emitir nuestro sufragio. Además de elegir al próximo primer mandatario de México de entre los tres candidatos registrados en la contienda, los habitantes de las distintas demarcaciones del país también habremos de votar por otros más de veinte mil servidores públicos, entre gobernadores de algunas entidades federativas, alcaldes, senadores, y diputados federales y locales.
Es indudable que en las estrategias de campaña de los aspirantes presidenciales y de todos los otros candidatos habrá temas prioritarios a tratar ante los votantes que concentren en sus mítines; seguridad, salud, educación, corrupción, economía, y tantos más; pero seguramente la ciencia, la tecnología y la innovación difícilmente se asomarán en sus discursos y, si lo llegasen a hacer, muy probablemente las menciones sean vagas e insulsas. Promesas típicas como apoyar a la ciencia o destinar más recursos a la investigación científica, podrían pronunciarse en las esporádicas reuniones con académicos o estudiantes universitarios, pero puede que sólo se hagan para ponerse a tono con el ánimo del auditorio.
La realidad es que un gran porcentaje de los contendientes en los distintos procesos electorales difícilmente conoce al sector de la ciencia y la tecnología; la naturaleza de la investigación científica y del desarrollo tecnológico; las necesidades de los científicos y tecnólogos; pero, aún más lamentable, la importancia que estas actividades tienen para el desarrollo y bienestar de cualquier sociedad moderna.
Incluso ante la coyuntura que nos presentan en la actualidad problemáticas como el cambio climático o la crisis hídrica, pocos son los aspirantes a acaldes, gobernadores o presidente, que identifican plenamente a la investigación científica como la fuente última de soluciones. Tampoco está casi nunca en el ánimo de quienes buscan ocupar escaños o curules locales o federales, el legislar en favor de fortalecer las bases científicas de la toma de decisiones de gobierno, del diseño de las políticas públicas, o del aumento de la cultura científica de la población.
A mediados del 2020, cuando la pandemia de covid-19 azotaba con mayor intensidad al planeta y el mundo entero se sentía aterrado, vulnerable, sin vacuna disponible que pudiese protegerlo de una muerte que parecía estar esperando el más breve instante de descuido para atacar fatalmente, el clamor por auxilio a la ciencia no se hizo esperar. Entonces sí, funcionarios y políticos incorporaron tecnicismos a sus vocabularios, y los ciudadanos reclamaron de sus gobiernos ese derecho humano al acceso al conocimiento científico y a sus beneficios. Pero una vez superada la contingencia; habiéndonos visto favorecidos con la inoculación desarrollada allende nuestras fronteras, a todos parece habérsenos olvidado lo trascendental que resulta para cualquier sociedad el generar conocimiento de base científica y el aplicar dichos saberes para la creación de nuevas tecnologías.
No obstante, es importante recordar que hacia adelante también nos esperan retos; algunos de éstos monumentales. Que surgirán nuevas pandemias; que la crisis climática tornará más complicadas las condiciones de vida en vastas regiones de México; que el uso irracional del líquido vital lo volverá cada día más escaso y esto arrastrará al país a una creciente conflictividad; que la disminución acelerada en el número de científicos y tecnólogos provocará que nuestras economías local, regional y nacional pierdan capacidad de innovación y por ende la competitividad de México descenderá en el concierto internacional. Por ello conviene recordarles a quienes hoy compiten por el voto ciudadano que gobernar en el entorno actual, en el que la civilización humana transita a través del umbral de una revolución tecnológica sin precedentes, precisa de un fuerte soporte en la ciencia.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
