Eric Rosas
El último polímata
El pasado 14 de noviembre se dio a conocer que este lunes 21 habrá de iniciar sus labores la tan necesaria Oficina de Ciencia y Tecnología del Congreso de España, que brindará asesoramiento científico a los parlamentarios de ese país. De esta forma se cristaliza una iniciativa de la propia Cámara Baja y de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, mediante la que se rescata este insumo imprescindible para todo gobierno, luego de haber prescindido de él por 14 legislaturas. En el acto del anuncio la diputada Meritxell Batet presentó también los cuatro primeros informes, producidos por el equipo de los ocho integrantes de la llamada Oficina “C” asesorados por los mejores científicos españoles, y en los que se sintetizan los avances en el tratamiento contra el cáncer, la inteligencia artificial en la salud, el hidrógeno verde, y la ciberseguridad. Esta es otra prueba de que la reciente lucha contra la covid-19 vino a recordar la importancia que la inversión en ciencia y tecnología tiene para el bienestar de los ciudadanos, pero también hizo patente la necesidad de apoyarse en criterios científicamente fundados para la toma de decisiones de gobierno y para el diseño e implementación de la políticas públicas, no sólo en el ámbito del cuidado de la salud, sino también en muchos otros aspectos, como la protección del medio ambiente, la seguridad física y lógica, etc.
La fecha de inicio de labores de la Oficina “C” brinda una afortunada coincidencia, pues el 21 de noviembre es también el aniversario del natalicio de José Antonio Alzate y Ramírez, quien fuera uno de los primeros y más grandes científicos novohispanos. Nacido en 1737 en Otumba, ubicada en el territorio del actual Estado de México, Alzate y Ramírez es reconocido como uno de los últimos polímatas que entregó la humanidad —fue filósofo, naturalista, astrónomo, botánico, geógrafo, cartógrafo, historiador, teólogo, sacerdote y periodista. Formado en artes y teología en el Colegio de San Ildefonso y en la Real y Pontificia Universidad de México, estudió por igual tanto a las golondrinas, los colibríes, la cría de cochinillas, el gusano de seda, como a la inusitada aurora boreal que vino a saludarle hasta la propia Ciudad de México el 14 de noviembre de 1789.
Alzate y Ramírez publicó incontables revistas científicas y literarias, entre ellas: “Gaceta de literatura de México”, “Diario literario de México”, “Asuntos varios sobre ciencias y artes” y “Observaciones sobre la física, historia natural y artes útiles”. Su altura académica le hizo miembro del Real Jardín Botánico de Madrid, la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País y la Academia de Ciencias de Francia. Ésta última, fundada en 1666 y por la que pasaron eruditos de la talla de René Descartes, Blaise Pascal y Pierre de Fermat, fue la creadora del Sistema Métrico Decimal, instrumento de estandarización trascendental en el derrotero de la historia moderna del mundo y otra evidencia de la importancia del conocimiento científico para la vida de las naciones. Hasta acá se extiende la coincidencia, ya que en 1884 se fundó la Sociedad Científica “Antonio Alzate”, convertida en 1936 en la Academia Nacional de Ciencias “Antonio Alzate”, en 1959 en la Academia de la Investigación Científica y en 1996 en la actual Academia Mexicana de Ciencias.
Aunque el asesoramiento científico no parece haber resonado entre los legisladores mexicanos, el apoyarse en éste siempre resultará benéfico para San Lázaro, Palacio Nacional y, por supuesto, también para el Congreso del Estado de México, que bien haría en fomentar la creación de una Academia Mexiquense de Ciencias; quizá rescatando de su gloriosa historia a la Sociedad Científica “Antonio Alzate”.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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