Estefanía Antonio
A causa de la pobreza extrema, la exclusión social y la falta de oportunidades económicas y educativas, en el Valle de Toluca habitan de 35 a 45 personas en situación de indigencia y, aunque muchas de ellas refieren que buscan la posibilidad de salir de dicha condición, no cuentan con la asistencia pública necesaria para poder realizarlo pues, además de refugios temporale,s no existen otros apoyos.
“Actualmente no existe alguna política pública específica para las personas indigentes del Valle de Toluca, ha habido ciertos intentos de acercamiento como el del 2017, cuando Fernando Zamora sacó un programa de albergue temporal durante la época invernal para personas en situación de calle pero cuando llegábamos, desde el policía que estaba en la entrada había una actitud pésima a estas personas”, relató Elizabeth Mejía, activista desde hace diez años por los derechos de las personas sin hogar e indigentes.
En entrevista para Diario Portal, Elizabeth Mejía, narró que existe una situación bastante complicada con las escasas políticas públicas que existen para personas indigentes pues varias de ellas llegan a sufrir violencia por parte de las mismas autoridades debido a que hay una falta de conexión, empatía y humanismo para reconocerles como individuos con derechos y, por tanto, se les mira desde la otredad.
“Las personas indigentes regularmente les tienen miedo a los policías, porque los corren, les dicen groserías, los violentan e incluso no quieren ir a los albergues porque le tienen mucho miedo a policías y funcionarios públicos”.
Sin ayuda por la invisibilización
Otro problema que promueve la falta de apoyo a las personas en estado de indigencia es la falta de visibilización que tienen, pues “se vuelven parte del paisaje urbano” y no se les reconoce como individuos.
“Falla muchísimo la parte de la cercanía que tienen las autoridades hacía ellos, una cercanía que sea real y humana […] los políticos y funcionarios deben hacer las investigaciones suficientes para lograr ser lo suficientemente humanos para recuperar la confianza de la gente en las instituciones y, así, al menos asegurar que los y las hijas de las personas que viven en las calles, puedan tener oportunidades de empleo, apoyos económicos, salud y educación”, comentó.
De acuerdo con una encuesta realizada a 690 personas del Valle de Toluca en el 2019, por Elizabeth Mejía, un 20% de la población no estaría de acuerdo en que un indigente viviera en su calle porque considera que esto traería problemas de inseguridad y delincuencia, también porque “dan mala imagen al lugar”, porque les parece que son problemáticos y groseros, porque causan incomodidad y porque huelen mal.
En Toluca, según la encuesta, sólo 30% de las personas quieren apoyar a las y los indigentes, el resto no cuenta con información sobre el tema o ignora que existan personas indigentes.
“Esto tiene que ver mucho con la empatía y la capacidad que tengamos como seres humanos de ver más allá de nosotros mismos y de conocer distintas partes de nuestro entorno en donde también entran ellos. Porque podemos hablar de violencia de género, de pobreza, de diferentes tipos de grupos sociales en estado de vulnerabilidad; pero, dentro, hay otro grupo que son los excluidos sociales, los indigentes, que nadie los ve y nadie habla de ellos”, señaló Elizabeth Mejía.
¿Quiénes son los y las indigentes del Valle de Toluca?
De acuerdo con la investigación y experiencia de Elizabeth Mejía, la mayoría de las personas indigentes del Valle de Toluca, son de la tercera edad y habitan en los bajo puentes o lugares púbicos donde puedan pasar la noche sin tanto frío.
Del promedio de 40 personas indigentes que viven en el Valle de Toluca, 15 son originarios de Toluca y al rededor, los demás llegaron de otros lugares como la Ciudad de México, Ixtlahuaca, Querétaro e incluso existe el caso de un indigente originario de Alemania.
“Algunos no llegan a comer en tres o cuatro días, muchos de ellos comen de la basura y su promedio de vida es aproximadamente de 65 a 70 años […] en la Terminal de Toluca hay muchas personas de la tercera edad en condición de calle, fácilmente encuentras a ocho o doce personas, todos ellos tienen de 58 a 75 años”, explicó la activista.
La historia de “Lolo”
Nacido en 1936 en Atlacomulco, “Lolo”, como comúnmente se le conoce, lleva 32 años en situación de indigencia. A mediados de 2018, sufrió un accidente en el que estuvo involucrado un camión de pasajeros del transporte público y que le trajo consecuencias graves a su salud.
Él relata, según comentó Elizabeth Mejía, que lo último que Lolo recuerda de su vida anterior a la indigencia fue el último día que estuvo en su casa, pues tras la muerte de su esposa cayó en una fuerte depresión lo cual lo hizo caminar por días hasta llegar a Toluca, lugar donde no tenía ningún tipo de vínculo social o familiar y su economía era insuficiente.
Entre algunas de las principales dificultades que él describe están la violencia ha vivido, pues ha sido víctima de un grupo de jóvenes que, sin justificación alguna, se acercaron a él muchas noches con intenciones de lastimarlo e incluso intentar matarlo. Fue golpeado gravemente por ellos, fue atacado con agua caliente mientras dormía y, en una ocasión, le rociaron gasolina para después intentarle prender fuego.
Así como “Lolo”, existen muchas otras personas indigentes como Rosa, Germán, José, Roberto y David, por mencionar algunos, que, como dice Elizabeth Mejía, están hechos de narrativas, quieren contar sus historias y anhelos, lo que quieren y sueñan.
Por tanto, recomendó que, si se desea apoyar a las y los indigentes, lo primero que se debe hacer es reconocerles como seres humanos y seres sociales a través de mirarlos: “en el momento en que yo lo reconozco le doy nuevamente esa pertenencia a lo social, le regreso el reconocimiento humano”.
(Foto: cortesía, Elizabeth Mejía)
