Aranxa Albarrán, colaboración especial desde polonia
Así como enfrentaron una salida de emergencia de su hogar, encaran el regreso, aunque con un paso menos presionado. Las familias ucranianas asimilan que, a pesar de que la tormenta continúa, el amor hacia su patria y el apoyo hacia la misma no pueden entregarse en la proporción deseada desde lejos.
La familia Shul es un ejemplo de ello, salieron de su país hace medio año, a inicios de la actual invasión rusa, su destino fue la ciudad de Bydgoszcz a tan solo 46.2 kilómetros de distancia de Toruń, la última ciudad que visitarán en Polonia, ya que durante el viaje de más de 16 horas en tren desde Ucrania, habían observado la imagen de la urbe con un estilo gótico imperdible.
Viktoria, Veronika, Leonardo e Irop, la familia que vuelve con alegría notable en su mirada a su país del que creyeron que podía perderse y resultar peor. El sitio que habitan y al cual esperan llegar la mañana del 30 de agosto es Lypnyk, una comunidad situada al noreste de Ucrania.
Al llegar a Toruń, su único deseo, más allá de caminar por el Boulevard Filadelfia, era acercarse al puente afamado en el que se colocan candados con la intención de cerrar una promesa y cumplirla. En el candado que colocaron, pactaron no volver a separarse de su familia e intentar todo para ser resilientes y enfrentar cualquier problema que la vida les presente.
Aunque el puente de los candados tiene más de diez años de existencia, hoy por hoy forma parte importante del centro de la ciudad, al menos así lo mencionan los habitantes.
Irop habla un inglés preciso, su trabajo durante poco más de cuatro años fue en la capital ucraniana en la que desempeñó el cargo de administrador de una empresa transnacional, en la que el principal cliente era inglés. Mencionó que después de 2014, Kiev comenzó a florecer con grandes posibilidades de ser una urbe con vasta infraestructura y capacidad de carga. Sin embargo, la falta de preparación de su gobierno, así como de la instalación de vías de protección desde la primera invasión en 2014 al territorio ucraniano, provocaron la pérdida no solamente de edificios, sino de seres humanos que hacían valer la historia y cultura de Ucrania.
“Regresar a nuestro país es lo mejor que podemos hacer, afortunadamente nuestro pueblo no tiene el mismo peligro como lo tienen otras ciudades, todo lo que es la zona del sureste está terrible, realmente las personas están viviendo en zonas precarias, con muchas carencias, hay quienes deben de vivir bajo tierra prácticamente, para salvarse y resguardarse porque los bombardeos no acaban. Muchos jóvenes se fueron de soldados pero no tienen idea de lo que hacen, no se cuenta con la preparación ni se cuenta con las armas, por eso el pueblo debe estar unido, porque si nos vamos, ¿cómo defenderemos lo que es nuestro?”, dijo.
Irop mantiene la mirada firme hacia el Vístula, mencionó que también desemboca en una parte de Ucrania y que Polonia le ha dado mucho a Ucrania, considera al país como su segunda casa, así como también desea volver con certeza de que la vida va mejor, que no es necesario la urgencia ni la preocupación.
Capturan con una fotografía la magia del instante, la alegría que portarán hasta llegar a casa, la cual, afirman, los espera con anhelo.
(Foto: Aranxa Albarrán)
