Eric Rosas
La estocada final
Con el sello de la administración actual del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), encabezada por la doctora María Elena Álvarez-Buylla Roces, la semana pasada se publicaron, apenas con un par de días de diferencia, la enésima modificación al reglamento del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y la Convocatoria para este año. Ésta última sí con varios meses de retraso, pues antes se acostumbraba que dicho llamado apareciera incluso desde finales del año previo, de manera que pudiera cerrar en el mes de febrero del año correspondiente y así las comisiones revisoras tuvieran el tiempo suficiente para entregar los resultados durante el segundo semestre. Ahora la evaluación de los expedientes de ingreso, permanencia o promoción habrá de ser vertiginosa, si es que en realidad se desea entregar los resultados antes de que concluya este 2022.
Pero dentro de todo lo malo, este retraso es lo de menor importancia. Con los últimos cambios en las reglas, el SNI recibe su estocada definitiva. En la nueva versión no sólo se termina por eliminar los criterios objetivos para dejar por completo a la interpretación los productos de investigación evaluables, y a la discrecionalidad del árbitro la calificación de su calidad, sino que acaba por reducir al mínimo las posibilidades para que los investigadores que comienzan sus carreras científicas puedan acceder al SNI, y por desincentivar la colaboración de toda índole. Además, aquellas personas que deseen participar en el proceso de evaluación convocado, están obligadas a renunciar a cualquier beneficio que pudieran haber tenido, lo que en esencia constituye una reiniciación del SNI. Casi nada más se puede decir acerca del desastre que la directora del CONACyT —que, dicho sea de paso, sigue siendo respaldada fehacientemente por López— ha causado al Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación de México. Sin embargo, con este más reciente reglamento el SNI termina por quedar enteramente en las manos de ella y del presidente.
En lo que corresponde a la comunidad científica, aquellos colegas que deseen obtener un puesto de trabajo o un ascenso en el escalafón de sus instituciones y que para ello dependan enteramente de su pertenencia al SNI, habrán de aprender rápido a realizar investigación encerrados en el aislamiento de sus laboratorios. A partir de ahora el colaborar con otros colegas de México o del extranjero —práctica no sólo común, sino esencial en la actividad científica—, será penada al extremo de que las publicaciones firmadas por más de cuatro coautores recibirán el castigo del prorrateo; es decir, contarán sólo fraccionariamente conforme al número de autores.
Es evidente que la naturaleza e importancia de la actividad científica es algo que el presidente de la República desconoce y desprecia; y que la titular del CONACyT no pierde oportunidad para congraciarse ante su jefe a cualquier precio, incluso el de ganarse el desprestigio mundial, que le llegará más temprano de lo que piensa. En lo que resta del sexenio el SNI habrá de quedar reducido a cenizas, herido de muerte y sin posibilidad ninguna para reconstruir el prestigio que alguna vez tuvo.
Ahora que inicie el próximo periodo ordinario de sesiones en la Cámara de Diputados y se puedan retomar los trabajos hacia la construcción de una nueva Ley de Ciencia y Tecnología, podría ser también una buena oportunidad para eliminar al desecho SNI y resolver de raíz el rezago salarial de los investigadores a partir de la creación de una plaza de investigador en la administración pública federal.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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