29/Mar/2024
Portal, Diario del Estado de México

Relación de los hechos | ¿Militarización?, Guardia Nacional entre la realidad y los buenos deseos

Fecha de publicación:

Leobardo Hernández

No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo
[…]
Ya nos veremos yo y tú,
juntos en la misma calle,
hombro con hombro, tú y yo,
sin odios ni yo ni tú,
pero sabiendo tú y yo,
a dónde vamos yo y tú… 

Nicolás Guillén

Con el reciente atentado,
matanza de Tlatelolco,
Ordaz nos ha demostrado
lo que vale, que es muy poco
[…]
Barragán, el desgraciado,
general de mil batallas,
su estrategia no le falla
contra el pueblo desarmado.
El 2 de octubre mentado
con su tropa se lució,
contra el pueblo disparó
esa tarde como loco…

Canción popular

La adscripción de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional propuesta por el presidente Andrés Manuel López Obrador ha levantado críticas, como casi toda iniciativa del tabasqueño. Se acusa al mandatario de militarizar a un país militarizado no desde el sexenio de Calderón, sino desde siempre. 

Sin remitirnos al origen, es necesario mencionar actos emblemáticos como el asesinato de Rubén Jaramillo, el último, o uno de los últimos zapatistas por el ejército mexicano en 1962, bajo el mandato de Adolfo López Mateos como Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas del país; la masacre a estudiantes ordenada por el sucesor del mexiquense en 1968; las masacres y hostigamiento a las comunidades zapatistas durante el gobierno de Zedillo y la infame lluvia de balas desatada por Felipe Calderón con su guerra inútil subsidiada por Estados Unidos. 

Este último, el panista, combatió eficazmente a los zetas para dejar el imperio del contrabando al cártel de Sinaloa, como documentan diferentes investigaciones de periodistas como Ricardo Ravelo o Anabel Hernández, dejando una estela de lo que llamó “daños colaterales”, vil eufemismo para disfrazar la muerte de civiles durante enfrentamientos por territorio. 

Baste recordar el caso de dos jóvenes del Tec. de Monterrey ejecutados por militares al estar armados “hasta los dientes”, según el mandatario impostor, confirmándose después esta mentira. Tal vez uno de los más visibilizados por tratarse de estudiantes de una institución privilegiada, y por el que la administración de López Obrador ofreció una disculpa pública al revelar la manipulación del gobierno panista en 2010 de esta ejecución. Enumerar estas situaciones, sólo de los últimos 20 años llevaría muchísimas líneas.

El ejército salió a las calles un 11 de diciembre de 2006 así porque sí, sin marco regulatorio ni previo aviso; aunque ya estaba operando como documentan muchos sucesos de los ya enunciados, la acción torpe para legitimar al espurio fue definitiva. Hizo lo más fácil y nocivo; de lo más difícil ya se tendría que encargar algún otro. La seguridad, que nunca se había garantizado, quedó en manos de un megalómano con un ejército a su disposición y pasó a ser inexistente. 

Policía, breve historia de un fracaso

En cuanto a los mandos civiles, no hay manera de decir mucho a su favor. Desde el impresionante caso de corrupción del negro Durazo, amigo de López Portillo y jefe de policía en el entonces Distrito Federal hasta García Luna, jefe policiaco de Calderón, hoy preso por vínculos con el narco, no hay un solo jefe de estas organizaciones locales o municipales recordado por actuaciones por lo menos decentes.

Desde que se echó mano de bandoleros a mitad del siglo XIX hasta echar mano de espiritistas (como en el sexenio de Salinas de Gortari) para resolver casos, los intentos de crear una policía funcional han fracasado. 

La culpa no es del todo de elementos corruptos, sino de quienes los corrompen, que no necesariamente son los delincuentes. Recientemente, al tomar el cargo de presidente municipal, el empresario Fernando Flores hizo una acción concreta para mejorar el cuerpo de seguridad del municipio, claro, ni aumentó el sueldo ni proporcionó equipos ni instalaciones de entrenamiento ni exámenes de confianza, hizo algo mejor: retar a sus policías a una carrera… esa es motivación.

El patético caso citado muestra la incompetencia en seguridad de mandatarios locales, y qué decir de los estatales. Al ordenar Vicente Fox la expropiación de tierras de San Salvador Atenco para iniciar el proyecto de aeropuerto que fracasó por la fuerza del reclamo social ante un acto dictatorial, la policía de Peña Nieto intervino con toda la fuerza y más. 

Los elementos que debían proteger al pueblo fueron agentes del crimen al golpear brutalmente a pobladores y abusar sexualmente de las mujeres como relató en una entrevista Norma Jiménez, una de las víctimas de este ataque, quien sostuvo que pensó “ojalá que me muera pronto” durante la violación perpetrada por varios policías mexiquenses. 

Recientemente en Querétaro se documentó una golpiza de la policía estatal a manifestantes otomíes por exigir agua. La primera respuesta del gobierno panista fue la fuerza. Ninguna organización policiaca estatal o local puede presumir de buena reputación, por desgracia

La contradicción necesaria

Hoy, con la propuesta de adscribir a la GN a la Sedena, pegaron el grito en el cielo incluso quienes aplaudieron la autoritaria decisión de Felipe Calderón de perseguir delincuentes a balazos, aunque haya “daños colaterales”, pues los derechos humanos son para humanos, no para el pueblo, pensaría este neoliberal. 

Lo cierto es que por primera vez en mucho tiempo se ha reducido la incidencia delictiva con la intervención de la Guardia Nacional, que las policías estatales son cada vez más ineficientes en una clara falta de compromiso, incluso de gobiernos morenistas, para mejorar estos cuerpos de seguridad; que las policías municipales se someten a condiciones inadecuadas para trabajar. 

Por otra parte la estrategia de “abrazos, no balazos” con programas sociales y una mejor educación cívica, que ha causado la burla de detractores del presidente, rendirá frutos en cuestión de seguridad en un par de décadas, si es constante. Lo ignominioso radica precisamente en que se vea esta iniciativa como una pérdida de tiempo pues si hubiera iniciado en 1995, por decir algo, “otro gallo nos cantaría”, dicen por ahí. 

Groso modo, lo que se propone es un marco regulatorio para que las fuerzas armadas intervengan en casos específicos de seguridad pública, no por el robo de un chocolate, no para balear gente a diestra y siniestra; que la Guardia Nacional tenga la misma disciplina que el ejército no es negativo, ¿es preferible que tenga la disciplina de un cuerpo policíaco estatal?

Es claro que nadie ha visto con confianza a las autoridades policiales, principalmente a los elementos, hay un válido y justificado cuestionamiento al ejército por las experiencias vividas históricamente. Durante las campañas presidenciales de 2012, Gabriel Quadri “proponía” crear una policía como los carabineros de Chile, esos que durante las protestas en ese país sacaron ojos de multitudes a disparos…

Las reservas no son cuestionables; no obstante, es mejor que actúe esta autoridad con un marco normativo claro y se capacite a la fuerza de seguridad civil con rigor formativo a que se continúe, como siempre, operando con cuerpos paramilitares sistemáticamente reprimiendo al pueblo. 

Nicolás Guillén, en el poema citado al principio de este texto, mantiene la fe en que ambas partes nos demos cuenta de que somos lo mismo “tú eres pobre, lo soy yo”, dice en otro verso al cuerpo militar que disparó contra los revolucionarios y después fue parte de ellos. 

Burlarse de estas expectativas es mezquino, autoritario y vil.  

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