Eric Rosas
Monólogo inútil
En nuestro país alcanzar la equidad entre mujeres y hombres ha sido una ardua tarea que lleva mucho tiempo en marcha. En el sector científico y tecnológico, esta batalla ha debido librarse en contra de muchas barreras culturales profundamente arraigadas en nuestra sociedad y en el gremio mismo. Por eso es que el nombramiento de la bióloga María Elena Álvarez-Buylla Roces al frente del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) causó una enorme expectativa y brindó esperanza a todas las féminas que se dedican a la investigación científica y al desarrollo tecnológico en las instituciones públicas y privadas de nuestro México.
Como en muchos otros ámbitos de la administración pública federal, a tres años de gestión al frente de la dependencia, las decisiones de la directora general del CONACyT no sólo ha dejado mucho qué desear, sino que ha resultado francamente desastrosas en todos los aspectos, pero de manera particular para las colegas. La Dra. Álvarez-Buylla, ha obstaculizado la investigación científica, roto los canales para la transferencia de tecnología, bloqueado el recambio generacional, y hasta socavado este añejo esfuerzo por brindarle oportunidades equitativas a las mujeres, como sucedió con el intento reciente por despojar a las embarazadas de sus becas.
En las últimas semanas nos hemos enterado de la posibilidad de que la titular del CONACyT haya privilegiado la imposición de su ideología, traspasando en favor de ésta la frontera de la ley. La Auditoría Superior de la Federación ha dado a conocer que no encontró evidencia del oportuno y completo reintegro del dinero de los fideicomisos para ciencia y tecnología que extinguió el presidente López. También se dio a conocer la ejecución de una operación tramposa de asignación de becas para el área de la salud que sólo aplicó para estudios en Cuba y cuyo verdadero objetivo soterrado era financiar a la dictadura de esa isla. Se sabe ya que tan sólo en el año pasado la asignación de becas de posgrado cayó un 45.3 % respecto al 2020, lo que constituye la mayor reducción de estos apoyos desde el 2012. En la comunidad académica es ya conocido que en estos tres años el CONACyT ha financiado casi exclusivamente a “amigos” del gobierno federal actual, como el académico John Ackerman; y que sus instancias de transparencia han recibido órdenes expresas para reservar todo tipo de información, incluso aquella que por ley debe ser puesta a disposición de todos los ciudadanos mexicanos.
En retrospectiva y resumen, aquella que parecía ser una buena noticia para las científicas y tecnólogas, se ha venido a convertir en un pesado lastre para lograr la equidad que como sector hemos venido impulsando. María Elena se ha convertido en un deshonroso contraejemplo para la ética, capacidad, honradez y preparación que las académicas pueden aportar cuando tienen la oportunidad de ocupar puestos de alta dirección en el sector de la ciencia, la tecnología y la innovación en México.
En diciembre pasado el senador Ricardo Monreal declaró que invitaría a “dialogar” a la directora del CONACyT, aunque tal reunión aún no se da. Ahora es la Comisión de Ciencia, Tecnología e Innovación de la LXV Legislatura en la Cámara de Diputados la que ha convocado a la funcionaria; sin embargo, con certeza recibirá el respaldo cómplice de la mayoría oficialista, lo que hará de la comparecencia un monólogo inútil, pues los legisladores poco o nada podrán hacer para remover de su encargo a la directora, única acción que realmente abriría la posibilidad para detener el acelerado deterioro que enfrentan la ciencia y tecnología en México.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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7 de marzo de 2022
