17/Apr/2024
Portal, Diario del Estado de México

Vasos comunicantes 2

Fecha de publicación:

Clonazepam  

“Esto sabe delicioso”, pienso. El líquido quema mi lengua y mientras eso ocurre mi pulso se vuelve más lento. Pongo otras cuatro gotitas debajo de la lengua para que el efecto sea más rápido y fuerte. En el medicamento busco una sensación placentera más que una reacción tranquilizante.  

Ramón coloca cinco gotas en el plato del gato. Dice que es lo correcto, que quiere dormir y que no lo deja con su llanto. El gato y yo tomamos el brebaje para no molestar a nadie con nuestro dolor.  

Sertralina  

Asisto a mi terapia. No me dicen nada nuevo, solamente que procure no pasármela acostada ni siquiera para leer; eso podría provocarme depresión a corto plazo. Escucho, pero no atiendo del todo lo que se me dice. Creo que causo problemas, siento que causo problemas, no hago caso de los ejercicios o “habilidades”, como ella, mi terapeuta, les llama, porque sé que no me servirán para nada, como los ejercicios que el ortopedista me daba para mi pie plano que jamás se recuperó. Todo esfuerzo es en vano.  

Espero la nota en mi receta: “la paciente no realiza los ejercicios”, como hacía el doctor que revisaba mis pies. Pero no ocurre; mi psicóloga me despide con una sonrisa y me dice que intente realizar los ejercicios y que la llame si tengo ganas de hacerme daño. 

Nunca la llamo, me da vergüenza molestarla y prefiero meterme una pastilla extra o dos para dormir.   

Fray Bernardino Álvarez 

“Será por eso que me trajeron para acá”. Así comenzó el concierto de los Caifanes en el Zócalo de la Ciudad de México el 10 de noviembre de 2017, preámbulo de lo que sería mi vida después de ese concierto. Es curioso como una noche te la pasas vitoreando canciones con las que creciste y al otro día te encuentras arrastrándote en medio de la sala del departamento de tu novio, llamando a tu madre entre gritos y golpeándote la cabeza en el suelo, mientras piensas en todas las posibilidades que yacen en la coladera. Culpas de todo a tu novio por no quererlo, te culpas a ti por no elegirlo y, mientras eso ocurre, las horas pasan como si fueran agua, pero tú no las sientes, no sientes el cambio de la tarde a la noche. Escuchas que tu novio llama a su madre desesperado y le dice: “ella está muy mal”; y del otro lado le responden: “Fray Bernardino Álvarez”.  

Personalidad Cluster B 

La oscuridad lo baña todo y en mi cabeza solamente hay neblina. Me preguntan qué hago aquí, y lo mismo yo me pregunto: ¿qué hago aquí? ¿Cómo llegue a este sitio? La madre de Ramón dice que lo mejor de una crisis es que te ayuda a encontrarte, sin embargo, yo me siento más perdida que nunca.  

Una médica hermosa pasea con su bata blanca por el pasillo, me mira y parece que sonríe. ¿Será mi imaginación? 

Arriba hay un letrero que dice urgencias, pero yo no me interpreto en una. Recuerdo a la hermana de una amiga que se mordió la lengua hasta sangrar para no entrar a este lugar. Miro el suelo, me piden que pase al mostrador de nuevo. Un médico apuesto y joven me atiende, pregunta mi nombre completo y la razón por la que me encuentro allí. No sé qué responder, y solamente digo: un aborto.  

El médico me pide que espere y dice que pronto me llamarán para consulta. Me siento en una de las bancas de este lugar mientras van pasando seres excéntricos. Hay una chica que canta una canción religiosa en el fondo de la habitación mientras teje algo. Mi corazón late con fuerza. En este primer encuentro me niego a creer que pudiera tener relación alguna con este mundo.  

Me llaman al consultorio. La médica me hace una serie de preguntas sobre mis últimas actividades y pensamientos. Todo apunta a suicidio y el diagnóstico final, con fanfarrias imaginarias, y ¡BINGO!: Personalidad Cluster B.  

Miro a Ramón culpándolo de todo. 

Trastorno Obsesivo Compulsivo  

Ramón y yo vivíamos en el quinto piso de un conjunto de apartamentos de Tlatelolco. Allí hacíamos nuestra vida, entre canciones de Placebo, sueños rotos y medicamentos psiquiátricos. En ese lugar abundaba la cerveza como el polvo; un gato nos hacía compañía. La suciedad podría considerarse extrema. A veces Ramón tiene problemas con tocar agua, por eso no se baña por meses; hace rituales para todo, excepto para la limpieza, con eso tiene una dificultad, y también para encontrar trabajo; de donde nos conocimos se salió porque no cuadraba con sus horarios de estudio, pero no importa, está su madre que lo mantiene a sus 42 años, y una novia que proveía comida diario. Yo me mude con él al segundo día de pasar la noche juntos; ya no quería seguir pagando renta y Ramón parecía ser mi compañero perfecto; y digo parecía, el cuento de hadas se esfumó demasiado pronto.  

Litio 

Mientras escucho a Siouxsie and the Banshees y tomo mi litio, un medicamento “antisuicidante”, me acuerdo de ti, Orlando, y de tus labios en mi piel rosándome… Starcrossed lovers, on a treacherous night, todo es un buen recuerdo que recreo una y otra vez en mi cabeza, hasta poder hacerlo casi real… Tus brazos cargándome y llevándome a la cama, donde desnudos nos reconocemos de otra forma. Allí estamos ambos, al amparo de cualquier luz pequeña que entrara al cuarto; nos devorábamos como si tuviéramos el tiempo contado, así eran nuestras visitas nocturnas hasta que llegó la pandemia y tuvimos que regresar cada quien a nuestro lugar de origen, sin poder despedirnos al emprender la huida. Queda el consuelo de que estuvimos juntos el día previo al inicio de la contingencia.    

Bebo jugo de arándano como esperando que aquel vacío se llene con agua dulce, y tomo mis medicamentos, tal como me dijiste la primera vez que nos separamos: “no dejes de tomarlos”. Obedezco. Estas pastillas son para no pensar en las pérdidas y en los sitios donde faltan los rostros que deberían estar. Pero no he contado nuestra historia aún, de cómo nos volvimos amantes, de cómo terminábamos acostados en tu departamento después de que yo inventaba cualquier cosa para librarme de Ramón…, de cómo nos mirábamos fijamente cuando nos encontrábamos y luego, de esa misma manera, nos desvestíamos lentamente hasta quedar completamente desnudos. Yo te comía hasta sentir la asfixia y tú casi morías de placer en ese vaivén incesante del cual éramos rehenes. ¿Por qué no te elegí a ti? Siempre me lo preguntaré.  

Starcrossed lovers, on a treacherous night… Sharpening the blades of murderous delight sin besarnos los labios, reconocíamos nuestro sabor. Al final, nos abrazábamos con fuerza, esperando que el día llegara. Y mírame hoy, aquí consumiendo un medicamento que dice más de ti que de mí, un medicamento que nos une de nuevo y que nos envenena la sangre, pero todo sea por no tener cambios bruscos de temperamento que nos provoca esta insatisfacción de no asir nuestros deseos.   

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